Thursday, August 03, 2006

YO NO ENTIENDO. POR RADIO UNA COSA, ESCRIBIENDO OTRA..

Fabian Spagnoli

- Wednesday, 2 de August de 2006, 20:18

La Radio Jai, de Buenos Aires, publica en su sitio de internet, el trabajo del periodista Lanata, en la zona de conflicto.
Dias atras, comentamos la inclinacion de Lanata, pese a sus aparentes esfuerzos por "periodismo neutral".
Con un vocabulario degradante (dijo al aire "yo no la tengo cortada", en alusion a la circunsicion, y "no tengo apellido judio"), llama la atencion como el sitio citado, logre publicitar a este periodista.
Compartimos, el material:
El periodista argentino viajó a la zona en conflicto y realizó un interesante artículo que ayuda a comprender la situación.
Articulo de Jorge Lanata
(publicado en Argentina el domingo 23.07.2006)

Quien quiera pensar acerca de la guerra que en julio de 2006 comenzó en El Líbano, ha de partir de una premisa sin la cual nadie entendería nada: esta no es una guerra de Israel en contra de El Líbano, sino una guerra que tiene lugar en El Líbano en contra de una organización militarista, esencialmente anti-israelí, que posee armas de exterminio masivo, entre ellos cohetes de largo alcance, armas que ni siquiera algunas naciones árabes de la región disponen (Jordania, Arabia Saudita, el propio ejército del Estado de El Líbano).

Una guerra poco convencional

Que una organización militarista posea armas aún más destructivas que algunos Estados en una región es un hecho que viola cualquier acuerdo y principio internacional en cualquier lugar del mundo. Imagine el lector cómo reaccionaría la comunidad política internacional si las FARC colombiana o la ETA en España, para poner dos ejemplos conocidos, estuviesen en posesión de semejantes armamentos. Eso explica por qué algunos comentaristas que comenzaron -ante el espectáculo cruel y medial que cada guerra conlleva- a criticar la avanzada aérea israelita, estén modificando su opinión frente al autodevelamiento militar de Hezbollah, y más de alguno ya ha criticado a Israel no porque ha atacado a Hezbollah, sino por haber demorado tanto su ataque en las regiones en donde opera.

La guerra entre Israel y Hezbollah es inconvencional pues no es una guerra entre dos Estados sino que entre un Estado, el de Israel, y una organización militar. De ahí que de acuerdo a los cánones que rigen en materia de política internacional sea difícil calificarla como guerra, y en eso tiene razón el gobierno de Israel. En verdad, se trata de otro tipo de guerra, de una guerra post-global, para emplear la expresión de Herfried Münkler (Die Neuen Kriege, Reinbeck, Hamburg 1992), muy similar a aquella tan fantasmal, pero igualmente real que libra EE.UU. en contra de organizaciones terroristas como Al Qaeda.

Naturalmente, las organizaciones no viven en el aire, sino que están situadas en territorios nacionales, como ayer Al Qaeda en el Afganistán de los talibanes, u hoy en Irak, y Hezbollah en El Líbano. Hezbollah, en estricto sentido del término, es una organización libanesa de inspiración iraní. Como es sabido, fue fundada por el Ayatolah Jomeini, en aquellos tiempos en que los chiítas persas jugaban con la idea de una revolución islamista de carácter permanente, comandada por el chiísmo iraní, y en toda la región islámica. Ese carácter transnacional es la diferencia esencial entre Hezbollah y Hamás, institución ésta última que, pese a ser una organización militarista es, además, un partido político (y de gobierno) genuinamente palestino.
Ahora bien, para Joschka Fischer, ex ministro de relaciones exteriores del gobierno alemán y viejo zorro en la diplomacia del medio Oriente, el problema no reside en el hecho que Israel haya atacado muy pronto o muy tarde a las instalaciones bélicas de Hezbollah, sino que en la casi total falta de compromiso, no sólo con Israel, sino que con la paz en la región, demostrada por lo que él llama: "el cuarteto del Medio Oriente" (Die Zeit 20.07.2006)

El cuarteto del Medio Oriente
¿Quiénes son los miembros del cuarteto?
Según Joschka Fischer, son cuatro "unidades" que no se encuentran en el Medio Oriente pero que a la vez son determinantes en el curso que asumen sus conflictos: EE.UU., la UE, la ONU y Rusia. En la diagramación de ese cuarteto, hay que reconocerlo, es Fischer muy preciso. Se trata de dos organizaciones: una mundial y otra regional; y de dos Estados: EE.UU. y la URSS. Es decir, se trata de una unidad hegemónica en el llamado concierto mundial.
Fischer parte de la idea, en cierta medida kissengeriana, de que un mundo sin hegemonía es un mundo sin orden (toda relación sin hegemonía es caótica) A la vez, igual que Kissinger, llega Fischer a la conclusión de que, en el Medio Oriente al menos, una sola potencia no se encuentra de por sí en condiciones de ejercer hegemonía, sino que esto sólo puede suceder a partir de una combinación de naciones y de organizaciones mundiales que hasta un determinado momento sean las más representativas. Más aún, se trata, efectivamente, de una estructura no formalizada, esto es, que no ha sido pre-constituida ni diagramada por nadie antes de que apareciera. Es la hegemonía que se ha dado el mundo en que vivimos; es el resultado de una correlación de fuerzas; es un hecho dado, en el sentido más positivista; es la realidad de hecho y no la que se desearía, es decir, el mundo tal cual es. En ese mundo hay cuatro unidades que en sí, por separado, no pueden ser hegemónicas, y que sólo pueden serlo en la medida en que se articulen entre sí.

Lo que quiere decir Fischer, buen alemán al fin, es que la idea del "cuarteto" existe antes de que ese cuarteto se haya constituido, y ese cuarteto internacional, al no haberse, aunque sea informalmente, constituido, no puede ser todavía hegemónico en términos políticos. Pero a la vez, ese cuarteto debe constituirse de una vez por todas pues, si no se constituye, el orden del caos tendrá que surgir de otro lugar menos hegemónico, como esta ocurriendo ya en nuestros días, en el Medio Oriente.

Ahora bien, ese cuarteto, al no constituirse todavía a sí mismo, ha fracasado aún antes de existir, al no hacer cumplir las resoluciones que han surgido bajo el consenso de cada unidad. Entre ellas, la resolución 1559 que obligaba a todos, a todos, no sólo al débil Estado libanés, no sólo a Israel, sino que, además, a todos los que estaban involucrados con ese cuarteto, a hacer cumplir esa resolución. Y esa resolución dice claramente que Hezbollah deberá ser desarmado. Ahora, si "el mundo" a través de la representación de ese cuarteto no desarmaba a Hezbollah, y el las acciones de Hezbollah no estaban dirigidas en contra del mundo sino que en contra de Israel, la única nación del Medio Oriente que no sólo podía, sino que, además, debía, desarmarlo, es, no puede ser otra, que la de Israel.

Israel, por lo demás, no tenía más alternativa frente a una organización que la amenaza a muerte, que desarmarla con sus propias fuerzas; cueste lo que cueste; y como ya estamos viendo en televisión, cuesta mucho. Entre otras cosas, cuesta muchas vidas. Pero seamos honestos al fin, ¿qué otra alternativa tenía Israel? ¿Seguir esperando que Hezbollah continuara armándose? ¿Esperar que el cuarteto de Fischer se constituyera de una vez por todas? Israel atacó primero; quien lo puede dudar, pero atacó en defensa propia. Cualquier otro Estado del mundo, en las mismas condiciones, habría hecho lo mismo. No sean hipócritas.

Ningún miembro del cuarteto de Fischer puede imponer orden por sí sólo. Cada uno, solo, se encuentra en una situación internacional muy precaria. EE.UU., porque su gobierno, el de Bush, es, en estos momentos, el gobierno más odiado del mundo, y no sólo porque ha tenido que llevar a cabo difíciles guerras, sino que por la incapacidad congénita de su gobernante por revelar el sentido, el carácter y la necesidad de tales guerras.

Putin por su parte, a través de medios autocráticos, se esfuerza en aparecer como heredero del antiguo imperio soviético, haciendo zancadillas, cada vez que puede, a los demás miembros del cuarteto a fin de no perder el perfil de "gran potencia" con la que quiere presentar a Rusia frente al "resto del mundo". Un día se acerca a Corea del Norte, otro día a Irán, ofende a Israel cada vez que puede, se une con dictaduras terribles e incluso vende Kalaschnikovs oxidados a militares latinoamericanos para que se "defiendan" (¿?) del "imperialismo norteamericano".
La UE, en tercer lugar, no pasa de ser una unión primordialmente comercial y monetaria, y su perfil político no ha podido ser encontrado por ella misma. Cada vez que actúa políticamente, cae bajo el peso de aquella "vieja Europa" anti-unitaria de la que no puede liberarse. Políticamente, cada país europeo actúa por su cuenta de acuerdo a mandatos ocasionales que provienen desde la política interior. Y por si fuera poco, Europa se encuentra inhabilitada para actuar por sí sola en conflictos extracontinentales, como son los del Medio Oriente. Ya sea porque tiene que hacer concesiones a la gran cantidad de población islámica que habita en sus diferentes países; ya sea porque sus políticos, apenas pueden, desacreditan a Israel.

Israel, e incluso, los propios países árabes, no tienen ya la menor confianza, no sólo en la vieja Europa; tampoco en la Europa moderna, y mucho menos en la "Europa de la izquierda" que, como acertadamente denuncia Joschka Fischer, levanta políticas abiertamente israelitas en nombre de un "anti-imperialismo" del siglo pasado. El último toque mágico lo dio, como es sabido, Rodríguez Zapatero en España. Pues, que un gobernante lejano y tan propenso al ridículo como el venezolano Chávez, ataque verbalmente a Israel, cabe dentro de su proverbial excentricidad. Pero que en los días más difíciles de la guerra en El Líbano, Rodríguez Zapatero se hiciera fotografiar con un pañuelo palestino, es un acto de abierta provocación a Israel ¿Qué diría la prensa internacional si Tony Blair o Angela Merkel se hicieran fotografiar con una estrella de David en el brazo?

Y, por último, la ¿ONU?, pobre ONU, donde supuestamente deben estar representados todos los países del mundo. Una ONU que fue estructurada para mediar en los conflictos de la Guerra Fría, papel que cumplió muy bien, pero que después de la Guerra Fría ya no sabe ni como, ni donde, ni cuando mediar. Kofi Annan, y sus intentos por simular que la ONU existe, se ha convertido, sin duda, uno de los personajes más trágicos de nuestro tiempo. Tiene razón entonces Joschka Fischer. Vivimos en un mundo sin conducción hegemónica, donde cada uno cuanto puede, actúa por su cuenta. Luego, la tarea, es reconstituir una "configuración hegemónica", la que sólo puede surgir si los cuatro en mención comunican sus posibilidades políticas. Por mientras eso no suceda, cada nación deberá defenderse de sus agresores con los medios con que ella cuente. Y eso, y no otra cosa, ha hecho y está haciendo Israel.
Israel, y eso lo sabe todo el mundo, es un país que se encuentra amenazado desde cuatro flancos: Irán, Siria, Hamás y Hezbollah. Se trata de otro cuarteto, muy diferente por cierto al que propone Joschka Fischer; y para la seguridad internacional de Israel, ese es, definitivamente, un "cuarteto de la muerte". Como ha afirmado el respetado político israelí Shimón Peres: "Israel se encuentra verdaderamente solo. Nadie puede frenarlo a ellos (a los cuatro nombrados, FM). Y por otra parte, nadie puede defendernos. Nosotros debemos defendernos a nosotros mismos en un mundo en donde la diplomacia internacional ha alcanzado un punto tan bajo, que ya los iraníes la hacen objeto de sus burlas, un mundo peligroso en donde muy pocos ponen límites a los cohetes" (Die Welt 20.07.2006)

Los dos soldados
Pero, ¿bombardear a una nación como consecuencia del rapto de dos soldados? No, no puede ser, dicen las voces "pacifistas" de todo el planeta. Ese es sólo un pretexto, agregan. Israel estaba esperando el momento preciso y el rapto de los dos soldados es el pretexto que Israel necesitaba para iniciar su obra devastadora en El Líbano. Incluso, observadores que no pueden ser calificados de anti-israelitas, como los del Vaticano, manifiestan que el gobierno de Israel ha perdido el sentido de las proporciones
Efectivamente, hay una desproporción numérica entre los cientos de muertos y heridos que producen los bombardeos y el secuestro de los dos soldados por parte de las tropas de Hezbollah. Pero eso no lleva a decir tan fácilmente que el rapto de los dos soldados fue un pretexto. Pues aquello que es decisivo, en el análisis de cualquier conflicto, no son sólo los hechos en sí, sino que "el cuándo" se producen. Esa es, en parte, la opinión que sostiene el historiador Dan Diner (Spiegel Online,17. 07. 2006)
Según Dan Diner, Profesor en Leipzig y Jerusalem, el rapto de los dos soldados se produjo justo en el momento en que Israel estaba realizando un proceso de repliegue tanto militar como poblacional en los territorios del Gaza. Para el gobierno de Israel, aduce Diner, es decisivo que ese acto de retroceso no puede ni debe ser confundido en el mundo islámico como resultado de una debilidad militar de Israel. El objetivo estratégico de Israel, después de las desafortunadas aventuras "ocupacionistas" en los comienzos del gobierno de Sharón, es restituir los límites fijados el año 1948, y a partir de ahí, iniciar un largo proceso de paz con la nación palestina. En ese sentido, el rapto de los dos soldados es calificado por Diner como un error del jefe indiscutido de Hezbollah, el jeque Asan Nasrallah, error que obliga a Israel a hacer demostraciones de fuerza en la zona. Más aún, para amedrentar a sus enemigos, aduce Diner, Israel debe dar la impresión de que no controla su propia agresividad, es decir, que está dispuesto a todo, aunque eso no sea cierto. En suma: para retroceder, Israel necesita atacar.

La tesis de Dan Diner es lógica, pero quizás demasiado. En cierto modo, esa tesis refuerza a la "teoría del pretexto". Aquello que al parecer ha dejado de lado Dan Diner, es el significado simbólico (y la política, tanto la nacional como la internacional, es esencialmente simbólica) del secuestro de los dos soldados. Pues, el rapto de dos soldados ocurrió no sólo en un momento de repliegue geográfico israelí, sino que, además, en un momento donde Hezbollah calculó evidentemente que ya había llegado el momento para doblegar a Israel ya sea, sometiendo al gobierno israelí a las condiciones impuestas por los raptores (intercambio de prisioneros) lo que implicaba para Israel reconocer en Hezbollah una fuerza paritaria, ya sea obligándolo a participar en una guerra en El Líbano, con todas las consecuencias negativas que para Israel ello implica. Es decir, Hezbollah, con el rapto de los dos soldados, tendió a Israel una trampa que Israel no podía sino pisar a fin de mantener su significado tanto real como simbólico en la región. O doblegarse a las condiciones impuestas por Hezbollah, o entrar en una guerra cuyas consecuencias pueden escalar en dirección de una catástrofe internacional de enormes magnitudes. Más bien, a partir de los antecedentes reunidos, se obtiene la impresión de que Hezbollah apostó con claridad hacia la segunda posibilidad. ¿Por qué?. Veamos: Antes que nada hay que precisar que Hezbollah es una organización militar extremadamente jerárquica y vertical. Su modelo de organización es una copia de la de los partidos bolcheviques del siglo XX. Eso significa, entre otras cosas, que el rapto de dos soldados no obedece a acciones puntuales como las que suelen incurrir otras organizaciones como Hamás, sino que es un punto situado en el espacio de una muy coordinada estrategia. En ese sentido, si Hezbollah se atrevió a desafiar a Israel, es porque su dirección consideró que había llegado el momento preciso para hacerlo. Y, evidentemente, a Asan Nasrallah no le faltan motivos para llegar a esa deducción.

El proyecto de Hezbollah
En primer lugar, la situación internacional es extremadamente propicia para Hezbollah. Nunca antes había sido mejor. EE.UU. se encuentra empantanado en Irak y Bush, mejor dicho, los grupos militaristas que lo rodean, se encuentran considerando la posibilidad de una apocalíptica guerra con Irán. La UE, por su parte, casi nunca ha expuesto un dedo por la vida de Israel. Rusia ha mantenido siempre una política contraria a los intereses de Israel, y Putin no oculta su deseo de crear zonas de influencia en el mundo árabe y aún en el islamista. En ese sentido, la actitud de Asan Nasrallah confirma las propias afirmaciones de Peres: Israel está, en estos momentos, más solo que antes.

Si bien es cierto que el potencial militar de Israel es superior al de Hezbollah, dicha organización está preparada para llevar a cabo una guerra de larguísima duración, y en ese sentido, apuesta al desgaste, no tanto militar, sino que político de Israel.

No deja de haber cierta ironía en el hecho de que gran parte de los avances del terror islámico cuenten incluso con la indirecta complicidad de ciertas izquierdas "pacifistas" europeas, contrarias a apoyar a cualquier país que, como Israel, reciba la ayuda, o por lo menos la solidaridad de EE.UU.. Más aún: hay incluso quienes consideran a Hezbollah como un clásico movimiento antiimperialista de liberación nacional. Ya las calles de Europa se llenan de manifestaciones por "la paz". Mañana se llenarán de manifestaciones en contra de Israel. El jeque Asan Nasrallah calcula con esa posibilidad; sin dudas

En segundo lugar, Hezbollah, a través de una guerra externa, intentará unificar a la nación libanesa en su torno, algo que nunca podrá conseguir en tiempos de paz. Eso significa, ni más ni menos, que Hezbollah tratará de enlazar una guerra con un proyecto de toma de poder. Ya ese poder lo tiene militarmente; falta, empero, la parte política. El Líbano es quizás el único Estado del mundo cuyo Ejército es notablemente inferior a un ejército local, como es el caso del de Hezbollah. En cierto modo, el verdadero ejército de El Líbano, es Hezbollah. El estatal no es más que una guardia uniformada de carácter ornamental. Quizás esa es la razón por la cual el Presidente de El Líbano, Fuad Seniora, solicitó, el 20-07-06, que la comunidad internacional colabore a desarmar a Hezbollah. Probablemente Seniora, con ese llamado, interpretaba el sentir de vastos sectores de la población libanesa, sobre todo cristianos y sunitas, quienes sienten que El Líbano ha sido secuestrado por Hezbollah. Pero ese, el de Seniora fue, en sentido estricto del término, un simple grito lanzado en el desierto.

La única fuerza que puede (y quiere, y debe) desarmar a Hezbollah es el ejército israelí. Pero al único país al que Fuad Seniora no puede pedir auxilio, es precisamente Israel. Ni sunitas ni chiítas lo aceptarían. Eso significaría abdicar del poder político para dejar el camino libre a Hezbollah. No obstante, hasta ahora hay que consignar, que ni la población libanesa, mucho menos el gobierno de El Líbano, han mostrado muchos deseos de plegarse a la dirección de Hezbollah. La permanente obsesión de las dictaduras de la región, relativa a que el mundo árabe e islámico se unirán en su torno mientras más ataquen a Israel, tampoco se ha visto cumplida en este caso. Por el momento, ni el gobierno de Egipto, ni el de Jordania, ni el de Arabia Saudita, se muestran muy entusiasmados con la estrategia de Hezbollah, entre otras cosas, porque el "Partido de Dios" es chiíta, y en los ataques de Hezbollah a Israel ven, y con mucha razón, un medio de expansión del imperio persa- chiíta hacia regiones que "no le pertenecen". Para la mayoría de los sunitas, Hezbollah es la "cabeza de puente" del chiísmo en la zona sunita. Una de las claves de ese complicado puzzle parece pues encontrarse en Teherán. Otra clave, menor por cierto, se encuentra como siempre, en Palestina, mejor dicho en Hamás.

Pero Hamás, sucesor legítimo del PLO de Arafat, sólo será una amenaza real si Israel no logra desmantelar el potencial bélico de Hezbollah, y por cierto, en un plazo relativamente corto. Probablemente la dirección de Hezbollah ya advirtió que dentro de Hamás hay una fracción que no sólo es militarista, sino que política, y por lo mismo abierta a negociar con Israel. Ahora bien, si una negociación entre el gobierno de Israel y Hamás tiene alguna vez lugar -y deberá tenerla, a menos que Israel decida enredarse en una guerra infinita con Hamás- Hezbollah quedaría definitivamente aislado. Por el contrario, si el potencial militar de Hezbollah es desactivado, la fracción política del Hamás pasará a adquirir mayor relevancia en dicha organización.
La dirección de Hezbollah apuesta evidentemente a encerrar a Israel entre dos frentes. El chiíta de Hezbollah, y el sunita de Hamás. La apuesta no sólo es militar sino que también política. Una "guerra doble", dirigida por Israel tanto al sunismo como al chiísmo, podría llevar a una alianza mucho más estrecha que la que hoy existe entre Irán y Siria, alianza que dejaría a Hezbollah en una situación privilegiada: nada menos que como vanguardia combatiente de todo el mundo islámico en contra el enemigo común: Israel.

La alianza Siria- Irán la necesita, por cierto, Siria más que Irán. El dictador sirio, Baschar Al-Assad, no ha ocultado en sus discursos sus intenciones de reocupar El Líbano, después que las tropas sirias fueran expulsadas de El Líbano como consecuencia de la revolución democrática que vivió el país (2005), cuyo detonante fue el asesinato del ex Primer Ministro Rafik Al- Hariri, adjudicado a los servicios secretos sirios. Después de la retirada de las tropas sirias de El Líbano, la imagen de Siria como potencia regional ha quedado muy deteriorada en el mundo árabe. La de Assad también.

La clave está en Teherán
La apuesta de Hezbollah se dirige entonces hacia una guerra total, pues el compromiso abierto de Siria e Irán en la guerra de El Líbano llevaría a EE.UU. a actuar directamente en contra de Irán y de Siria a la vez. En esa perspectiva, esa es también una apuesta de Hezbollah con el tiempo. El dirigente máximo de Hezbollah, Asan Nasrallah, cuyo lema es "yo amo a la muerte", no sólo es un teólogo enloquecido; es, además, un redomado táctico, tanto en cuestiones de política como de guerra. Asan Nasrallah, sabe que Irán, pese a las cada vez más frecuentes alocuciones antisemitas del Presidente Ajmadinedchad, se encuentra en pleno proceso de negociaciones con Occidente respecto a su programa atómico Sabe, igualmente, que Occidente está dispuesto a hacer concesiones a Irán; pero también sabe que Occidente (en este caso EE.UU. y Europa) quiere recibir "algo" en cambio. Un "algo", quizás el primero de todos los "algos", es que Irán renuncie a sus planes expansionistas más allá de su "espacio natural" y eso significa que deberá "dejar caer" a Hezbollah, abandonándolo a su suerte. Es decir, Asan Nasrallah sabe muy bien que si las negociaciones entre Irán y Occidente resultan exitosas, Hezbollah y no Israel, como anuncia Ajmadinedchad, deberá desaparecer del mapa. En cierta medida, la iniciada por Hezbollah aparece entonces como una lucha por su propia sobrevivencia. Así se explica porque trata, por todos los medios, de forzar los acontecimientos, arrastrar a Irán y si es posible a Siria a una guerra total en contra de Israel y EE.UU., y así conservar, e incluso ampliar sus posiciones en El Líbano. La clave decisiva, se encuentra entonces, y definitivamente, en Irán. Como ha destacado Oliver Roy, autor del conocido libro L'Echec de l'Islam politique (Le Seuil, Paris 1992)."Hasta el presente, cada uno de los conflictos en el Medio Oriente tenía su lógica propia; hoy se asiste a una articulación de todos esos conflictos, donde el elemento clave es la emergencia de Irán como una gran potencia regional y como potencia nuclear" (Le Monde 19.07.06). La misma opinión mantiene Joschka Fischer.

Para Fischer (entrevista citada) Irán no sólo es la pieza clave sino que, además, el país que ha resultado ganador, hasta ahora, en las confrontaciones que han tenido lugar en el mundo islámico. Y eso ha ocurrido no sólo porque EE.UU. sacó del camino al peor enemigo de Irán, Sadam Hussein, sino porque, mediante elecciones, permitió que los chiítas llegaran al poder en Bagdad, algo que jamás habría ocurrido sin la presencia directa de EE.UU. en Irak, lo que ha provisto a Irán de un enorme espacio de influencia adicional con el que, antes de la guerra en Irak, no contaba. En cierto modo, los chiítas de Irak deben el poder político a EE.UU.; y esa deuda no es poco. Es cierto que las elecciones que llevaron a la presidencia al descentrado Ajmadinedchad en Irán, han significado un enorme retroceso en las conversaciones que antes de esas elecciones llevaban a cabo los chiítas iraníes con EE.UU. y con la UE, conversaciones que estaban destinadas a crear las condiciones para que Irán afirmara su poder regional, a cambio, por supuesto, de garantizar la tranquilidad a Israel (leáse: eliminando a Hezbollah). No obstante, poco a poco, los políticos norteamericanos han aprendido a diferenciar. Ajmadinedchad no representa a todos los estamentos chiítas, y el espacio para nuevas conversaciones, advierte Fischer, no está cerrado. Por lo demás, piensa el avezado político, sólo a través de un diálogo sostenido con el Irán, podrá ser evitada una hecatombe de dimensiones mundiales. Fischer sabe que la paz internacional sólo puede estar garantizada si en cada región determinados Estados-ejes logran ordenar en su torno a diseminadas partículas nacionales. Ese es el papel que le corresponde a Irán, y ese papel debe serle facilitado por Occidente, afirma Fischer.

La historia de los conflictos entre el Occidente democrático y el imperio soviético parece confirmar, por lo demás, la idea de Fischer. Sólo cuando Stalin fue "persuadido" por EE.UU. de que sus posesiones imperiales iban a ser respetadas a cambio de que renunciara a su fantástico proyecto de "revolución mundial", es decir, que a él le iba a ser permitido que hiciera la revolución, pero "en un solo país", recién ahí pudo ser evitada una nueva guerra mundial. Persuadir a los iraníes de que pueden convertirse en potencia regional, con un moderado y controlado proyecto nuclear, y que, además, puedan realizar su "revolución islamista", pero "en un solo país", no puede ser más difícil que lo que Truman, Churchill y después Kissinger, lograron respecto a la URSS.

Truman, Churchill, Kissinger. Pero, ¿hay gente como esa alrededor (y al exterior) de Bush? Al parecer, como se ve el panorama mirando hacia el interior de la política norteamericana, esa deberá ser parte de la agenda del próximo gobierno. Siempre, por supuesto, que el Medio Oriente no explote antes.

En el contexto descrito, en medio de la guerra entre Israel y Hezbollah, la alternativa de una paz duradera en la región no aparece visible. Es por eso que desde una perspectiva realista, antes de levantar la paz como radical alternativa, hay que evitar, por todos los medios, el escalamiento de la guerra.

Un poco de historia
Israel bombardeó Beirut en 1982, combatiendo a los militantes de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) en la operación llamada Paz para la Galilea. La idea fue empujar unos 40 kilómetros hacia el norte del límite libanés-israelí, hasta las ciudades de Tiro y Sidón, a las milicias de Arafat. El entonces Premier israelí, Ariel Sharón, denunció la existencia de guerrilleros palestinos en los enclaves de Sabra y Shatila, donde los falangistas libaneses asesinaron una cantidad nunca determinada de palestinos, entre 700 y 3 mil, bajo la mirada aprobadora de las fuerzas israelíes.

La invasión de 1982 terminó en junio de 1990, cuando el ejército israelí se retiró completamente. La milicia chiíta de Hezbollah, hoy instalada en el sur de El Líbano y que cuenta con miles de seguidores y una representación parlamentaria de 14 legisladores, junto a un par de ministros del actual gabinete del país.

Hezbollah no es el ejército libanés, es un grupo terrorista. Ha cometido decenas de actos terroristas, pero también otros que lo sitúan como protagonista de una guerra de guerrillas. Hassan Nasrallah, su líder, ha repetido en varias ocasiones: "nuestra consigna era, es y seguirá siendo: muerte a Estados Unidos". Por su parte, Richard Armitage, subsecretario de Estado, ha caractrizado a Hezbollah como "el equipo A de los terroristas, mientras Al Qaeda es en realidad el equipo B".

Hezbollah ha alternado los ataques a la marina de EE.UU. en Beirut en 1983 y a la embajada de Washington en esa ciudad, con el secuestro del vuelo 847 de la TWA y una serie de ataques letales sobre blancos israelíes en El Líbano. A la vez, Hezbollah ha creado el Frente para la Sinceridad en la Resistencia, un grupo parlamentario y político que ha hecho una intensa actividad social y benéfica, especialmente en los suburbios de Beirut, consiguiendo viviendas, asistencia sanitaria y escolarización para muchos residentes.

Israel sostiene que El Líbano debe cumplir con la Resolución 1559 de la ONU, con arreglo a la cual Israel se retiró del país en 2000, y las tropas libanesas deben patrullar la frontera. No obstante, Israel no cumple desde 1967 con la Resolución 242 de la ONU, que implica retirarse por completo de los territorios ocupados.

¿Qué es Hezbollah?
Hezbollah (en árabe Partido de Dios), es un movimiento de resistencia islámico basado en una mezcla ideológica, social, religiosa y política, fundado en El Líbano a principios de los años 80.
Su auge más importante comenzó en 1982 durante la ocupación israelí de El Líbano. Esto llevó a la ocupación de la capital, Beirut, que aceleró la presencia de Hezbollah como movimiento de resistencia y que estuvo afiliado al largo y complejo conflicto contra Israel.
El punto de arranque de esa resistencia fue la ocupación sionista de Palestina, y de muchas de las tierras árabes en Egipto, Siria y Jordania. Otro factor muy importante que dio lugar al nacimiento de Hezbollah fue el establecimiento de la revolución islámica en Irán llevada a cabo por el Imán Jomeini. Esta revolución consolidó los nuevos conceptos, principalmente en el campo de pensamiento islámico. La revolución también generalizó las expresiones islámicas anti-occidentales.

Este lazo religioso e ideológico entre Hezbollah e Irán, que se distingue por su oposición hacia el Estado de Israel, otorga un gran apoyo moral a Hezbollah. Este apoyo hace que Hezbollah sea uno de los movimientos de resistencia principales contra el Estado de Israel y el sionismo.
Los principios ideológicos de Hezbollah no ven ninguna legitimidad para la existencia de Israel, menos aún su permanencia en suelo libanés y en la ocupación de partes de países árabes. También se encuentra profundamente arraigada en Hezbollah el eslogan de la liberación de Jerusalem. Otro de sus ideales es el establecimiento de un Gobierno islámico.
Hezbollah combate al Ejército de Israel y a sus alíados del Ejército del Sur de El Líbano (E.S.L.), en el sur de El Líbano, pero fueron las acciones terroristas las más importantes, entre ellas los famosos ataques suicidas.

Hoy día, Hezbollah es uno de los partidos libaneses más importantes, con una presencia en el parlamento libanés de 8 diputados.

Recopilación: Jorge Lanata - Diario Perfil, Galeón, Daniel