Tuesday, August 15, 2006
Carta abierta de François Leotard a Mahmoud Ahmadinedjad
Ex-ministro frances Leotard dirige esta extraordinaria carta abierta al presidente de Iran.
Señor Presidente
Francamente, al comenzar esta carta no me provocaba llamarlo de ese modo. Dicho título implica un minimo de respeto.
Lo hago, sin embargo, porque es usted quien se expresa en nombre de los iranies. Sobre las fotos, lo veo a usted ante multitudes, rostros y manos alzadas.
Sin duda uno podria adivinar cierta forma de entusiasmo, en todo caso, de adhesion.
Hemos conocido, en Europa, esas multitudes. Fue un mal momento para nosotros. Un periodo tragico del que seguimos arrastrando la verguenza y la angustia.
Uno de los pueblos mas cultos del mundo, un pueblo que había elevado en alto grado la filosofia, la musica, la poesia, un pueblo que habia asombrado a sus vecinos por su resplandor se habia hundido en el odio, la locura racial, la ignominia.
Decenas de millones de individuos sufrieron, en su carne, su cultura, su digitad, esa extraña barbarie que queria hacerse ver como un 'nuevo orden'. Fueron en primer lugar los ciudadanos de ese Estado, alemanes, luego y poco a poco los demas, todos los demas.
A esa locura se le llamo una guerra mundial.
Pero fue, sobre todo, una guerra contra lo que habia de humano en nosotros. Se quemaron los libros, los niños fueron deportados y asesinados, las inteligencias fueron quebradas. Todo lo que honraba al hombre fue pisoteado.
Y luego, llego a usted : una parte de la especie humana, el pueblo judio, fue destinado al infierno. Oh, se lo concedo, solo una parte. No eran ni los mas numerosos, ni los mas ricos, ni siquiera los mas influyentes.
Eran hombres y mujeres que habían llevado consigo durante mucho tiempo y desde muy lejos, su fe, sus preguntas sobre el mundo, sobre Dios, sobre la necesidad de vivir o de sufrir, sobre la alegria de amar. Generalmente, frecuentaban los libros. Reflexionaban mucho, no comprendian por que no eran queridos, por que se les llamaba “subhumanos”, Untermensch, por que se les consideraba insectos… Fueron perseguidos en toda Europa, ahorcados, fusilados, quemados…
Usted sabe perfectamente todo eso, pero lo evoco ante usted por lo menos por tres razones:
- La primera, es que nosotros (digo “nosotros”, como modo de hablar) no aceptaremos que todo vuelva a comenzar. Yo no soy judío, pero los judios son, como los persas, mis hermanos en humanidad.
- La segunda, es que ellos tienen el derecho, como usted, como yo, de tener una patria. Que sea Francia o Israel ello no cambia en nada el asunto.
- La tercera razon no le gustara a usted. Pero, mala suerte: es que ellos le aportan al mundo (y probablemente es eso lo que usted quiere “borrar del mapa”) una concepcion del hombre y de su destino que ha enriquecido a varios siglos de civilizacion, y que honra tanto al pueblo judio como al Estado de Israel.
Señor Presidente, usted tiene el derecho de ser nacionalista. Usted tiene el derecho de sentirse orgulloso de la historia del pueblo persa. Usted tiene el derecho de ser creyente y de orarle al Dios “clemente y misericordioso” citado al principio de cada 'sura' del Coran.
Usted, sin embargo, piensa que tiene el derecho de obligar a las mujeres a ocultar la cara tras un velo, de torturar a los opositores, de encarcelar a los periodistas que lo contradicen, de condenar a muerte a niños, de perseguir a sus minorias, de iniciar "guerras santas" contra "los infieles".
Pero usted no tiene el derecho de imponerle a Israel la mirada turbia, imbecil y llena de odio que acompaña a sus discursos. Y es que me parece que usted odia en ese Estado la libertad de expresion, la diversidad de los partidos, el papel de la oposicion, la modernidad, la independencia de los poderes y de la justicia, la investigacion universitaria, los descubrimientos y nuevos inventos; y sin duda tambien la valentia que ahi existen. Es decir todo lo que nosotros tenemos el derecho de admirar.
Los hombres que organizaron la reunión de Wannsee, en la que se decreto el exterminio de los judios de Europa ya murieron. Naturalmente, al igual que todos nosotros, usted seguira ese destino.
Deseo solamente para usted mismo, para el pueblo persa, para los jovenes niños de Iran que le sobreviviran, que nadie se sienta con ganas de ir a escupir sobre su tumba.
François Leotard (ex Ministro frances), julio de 2006.
Señor Presidente
Francamente, al comenzar esta carta no me provocaba llamarlo de ese modo. Dicho título implica un minimo de respeto.
Lo hago, sin embargo, porque es usted quien se expresa en nombre de los iranies. Sobre las fotos, lo veo a usted ante multitudes, rostros y manos alzadas.
Sin duda uno podria adivinar cierta forma de entusiasmo, en todo caso, de adhesion.
Hemos conocido, en Europa, esas multitudes. Fue un mal momento para nosotros. Un periodo tragico del que seguimos arrastrando la verguenza y la angustia.
Uno de los pueblos mas cultos del mundo, un pueblo que había elevado en alto grado la filosofia, la musica, la poesia, un pueblo que habia asombrado a sus vecinos por su resplandor se habia hundido en el odio, la locura racial, la ignominia.
Decenas de millones de individuos sufrieron, en su carne, su cultura, su digitad, esa extraña barbarie que queria hacerse ver como un 'nuevo orden'. Fueron en primer lugar los ciudadanos de ese Estado, alemanes, luego y poco a poco los demas, todos los demas.
A esa locura se le llamo una guerra mundial.
Pero fue, sobre todo, una guerra contra lo que habia de humano en nosotros. Se quemaron los libros, los niños fueron deportados y asesinados, las inteligencias fueron quebradas. Todo lo que honraba al hombre fue pisoteado.
Y luego, llego a usted : una parte de la especie humana, el pueblo judio, fue destinado al infierno. Oh, se lo concedo, solo una parte. No eran ni los mas numerosos, ni los mas ricos, ni siquiera los mas influyentes.
Eran hombres y mujeres que habían llevado consigo durante mucho tiempo y desde muy lejos, su fe, sus preguntas sobre el mundo, sobre Dios, sobre la necesidad de vivir o de sufrir, sobre la alegria de amar. Generalmente, frecuentaban los libros. Reflexionaban mucho, no comprendian por que no eran queridos, por que se les llamaba “subhumanos”, Untermensch, por que se les consideraba insectos… Fueron perseguidos en toda Europa, ahorcados, fusilados, quemados…
Usted sabe perfectamente todo eso, pero lo evoco ante usted por lo menos por tres razones:
- La primera, es que nosotros (digo “nosotros”, como modo de hablar) no aceptaremos que todo vuelva a comenzar. Yo no soy judío, pero los judios son, como los persas, mis hermanos en humanidad.
- La segunda, es que ellos tienen el derecho, como usted, como yo, de tener una patria. Que sea Francia o Israel ello no cambia en nada el asunto.
- La tercera razon no le gustara a usted. Pero, mala suerte: es que ellos le aportan al mundo (y probablemente es eso lo que usted quiere “borrar del mapa”) una concepcion del hombre y de su destino que ha enriquecido a varios siglos de civilizacion, y que honra tanto al pueblo judio como al Estado de Israel.
Señor Presidente, usted tiene el derecho de ser nacionalista. Usted tiene el derecho de sentirse orgulloso de la historia del pueblo persa. Usted tiene el derecho de ser creyente y de orarle al Dios “clemente y misericordioso” citado al principio de cada 'sura' del Coran.
Usted, sin embargo, piensa que tiene el derecho de obligar a las mujeres a ocultar la cara tras un velo, de torturar a los opositores, de encarcelar a los periodistas que lo contradicen, de condenar a muerte a niños, de perseguir a sus minorias, de iniciar "guerras santas" contra "los infieles".
Pero usted no tiene el derecho de imponerle a Israel la mirada turbia, imbecil y llena de odio que acompaña a sus discursos. Y es que me parece que usted odia en ese Estado la libertad de expresion, la diversidad de los partidos, el papel de la oposicion, la modernidad, la independencia de los poderes y de la justicia, la investigacion universitaria, los descubrimientos y nuevos inventos; y sin duda tambien la valentia que ahi existen. Es decir todo lo que nosotros tenemos el derecho de admirar.
Los hombres que organizaron la reunión de Wannsee, en la que se decreto el exterminio de los judios de Europa ya murieron. Naturalmente, al igual que todos nosotros, usted seguira ese destino.
Deseo solamente para usted mismo, para el pueblo persa, para los jovenes niños de Iran que le sobreviviran, que nadie se sienta con ganas de ir a escupir sobre su tumba.
François Leotard (ex Ministro frances), julio de 2006.