Sunday, July 09, 2006
MENTIRAS QUE MATAN: ACERCA DE PARADISE NOW, EL PARAÍSO GOEBELSIANO MADE IN PALIWOOD.
Patricio A. Brodsky
(http://brodsky.ya.st)
1/7/2006
Pocas veces la realidad supera a la ficción pero hemos de reconocer que los propagandistas palestinos tienen una jerarquía casi tan buena como la maquinaria de propaganda goebbelsiana.
La primera parte del título de este artículo (“Mentiras que Matan”) refiere al nombre con que se dio a conocer en Argentina una película de Hollywoodestrenada hace unos años y cuyo título original es “Wag The Dog”, el argumento central de esta película es que, ante un desliz sexual del presidente norteamericano cometido pocas semanas antes de las elecciones, se crea una “cortina de humo” para desviar la atención pública hasta después de las elecciones, y, entonces, se contrata especialistas para hacer un montaje hollywoodense fabricando una guerra en los estudios de cine. No perdemos nuestra capacidad de asombro pues hoy en día vemos la reproducción de estas estratagemas empleadas por la usina de propaganda palestina con el objetivo de que sus “suicidas” asesinos sean vistos como víctimas mientras que sus víctimas, los israelíes aparezcan como los agresores.
En este sentido, durante los últimos años, en particular desde el estallido de la segunda Intifada, podemos apreciar el uso generalizado de la mentira y la fantasía como herramienta propagandística por parte de los palestinos en su intento de descalificación de Israel (intento que, lamentablemente, se ha plasmado al encastrar en el antisemitismo occidental, hoy disfrazado de “ antisionismo”). Algunos lúcidos analistas que vienen observando este proceso desarrollaron el concepto de Paliwood (apócope entre Palestina y Hollywood) para referirse a esta situación planteada.
Episodios de la “vida real” como el asesinato de MuhammadAl Dura, la “Masacre de Jenín” o el reciente “Cañoneo de la Marina israelí” son ejemplos de como opera esta maquinaria de propaganda que tiene un aliado irremplazable en gran parte de los medios de comunicación de masas de occidente, los cuales ya han decidido (de una vez por todas) que Israel, haga lo que haga, es culpable. Investigaciones llevadas a cabo a pesar de la fuerte campaña de prensa en contra han demostrado que Muhammad Al Dura fue asesinado por balas palestinas y no israelíes, una investigación de la propia ONU demostró que en la “Masacre de Jenín” no murieron miles de personas como alega la propaganda palestina, sino apenas 54 personas de las cuales 23 fueron soldados israelíes y el resto terroristas palestinos que se enfrentaron a Tzahal y que el reciente “cañoneo israelí” no fue tal sino una mina palestina que explotó.
A estos episodios de la vida real debemos sumarle acciones “pur
Ahora, como parte de esta campaña de atroces mentiras se estrenó en Argentina un mediocre filme multipremiado por el solo hecho de ser parte de la creatividad paliwoodense. Mientras que los palestinos reciben premios por tergiversar los acontecimientos, sus socios en occidente hacen negocios de taquilla con la sangre judía. Todos felices, total sólo se trata de judíos muertos (...perdón, de israelíes, “yo sólo soy ‘antisionista’... no vaya a pensar que a mi no me importan los judíos, si hasta tengo un amigo judío – mirá lo que soy capaz de aguantar”).
Esta película está repleta de escenas pensadas para ganar la simpatía de la opinión pública occidental y que son la negación absoluta de los acontecimientos. Como ejemplo podemos citar las dudas existenciales que aquejan a los protagonistas, duda que a los terroristas de carne y hueso ni les hace mella ya que su grado de fanatismo altruista los lleva a la creencia que son los depositarios de la pureza y el bien absoluto; que con su acción (el asesinato de judíos) estarán entrando al cielo. Los asesinos no son simpáticos lúmpenesrepletos de dudas sino fanáticos que no son “reclutados” sino que se ofrecen como voluntarios para sus carnicerías.
La escena de la aparición de una ética “occidentalizada” en el asesino que deja pasar un micro porque a él se sube una niña de cinco o seis años, desgraciadamente, sólo es una metáfora, una “licencia poética” opuesta a la dinámica de lo real; la realidad cotidiana es mucho más descarnada y así lo atestiguan los más de 200 niños menores de 16 años asesinados por los embrutecidos fanáticos.
“...Algunos apuntan que en el caso de los israelíes no hay civiles, sobre la base que las fuerzas armadas israelíes incorporan a hombres y mujeres y, por tanto, cualquier persona de cierta edad es susceptible de integrarse en el ejército... De este modo, excusan las muertes o daños de menores o ancianos...” [1]
Como contraposición a ésta, la escena del atentado sólo es sugerida por una intensa luz blanca (símbolo de la asepsia) que surge del terrorista (en un autobús en el que aparece rodeado sólo por soldados israelíes) que inunda la pantalla hasta hacer desaparecer todo; las consecuencias cotidianas de las acciones criminales de estos delincuentes son mucho más descarnadas y menos poéticas, restos de sangre, huesos, vísceras, miembros amputados, ayesde dolor, gritos de horror y el siniestro silencio de las vidas truncadas son los resultados de las “heroicas acciones” de estos asesinos.
En el filme el lugar de la “conciencia moral”, de la crítica al “martirologio” lo ocupa Suha[2] quien sostiene un discurso reconocible en el discurso “pacifista” y de “izquierda” setentista, ella es hija de un dirigente y mujer, residente permanente en Europa y que se halla “de paso” en Gaza. Este perfil le posibilita cierta distancia crítica pero al mismo tiempo cierta incomprensión de que la “única” alternativa posible a la “brutal” “ocupación israelí” es el terrorismo asesino.
Luego, hay otras sutilezas tendientes a buscar crear empatía con los asesinos y deslegitimar a sus víctimas. Para quien conoce Israel sabe que el israelí es muy informal a la hora de elegir vestimenta, sin embargo, los asesinos de la película visten de traje y se afeitan y cortan el cabello para infiltrarse en Israel a través del “muro” (allí aparece claramente un cerco de alambre tejido) realizar su crimen con éxito; esta sutileza tiende a crear inconscientemente la idea que los israelíes criminalizan la pobreza (ya que alguien “mejor vestido” y de pelo corto y sin barba no genera sospechas). Maravilloso despliegue proyectivo de pensamiento lombrosiano.
Es casi imposible trazar una analogía entre la película del árabe-israelí HanyAbu-Assad y los filmes de propaganda nazi como “Der Erwige Jude” de Fritz Hippler. Lo que en la película de Hippler aparece obscenamente (el estereotipamiento de los judíos) en la escena donde se superpone la cara de un judío con la cara de una rata, en el caso de la película de Abu-Assad aparecerá en la retórica, un discurso transversal, perenne, estigmatizador de Israel (estado que aparece como culpable en términos absolutos; culpable de la violencia que ejerce sobre los palestinos a través de “la ocupación” -muletilla de Perogrullo-, pero también culpable de la violencia palestina definida y legitimada discursivamente en términos de “resistencia”).
Por este recurso retórico el terrorismo asesino aparece transvestido, aparecerá como “legítima ‘resistencia’ a la ‘ocupación’ israelí”, de este modo, la responsabilidad palestina en las acciones criminales desaparece de la vista y queda oculta en una asociación de ideas: la ‘ocupación’ genera pobreza y desempleo (deteriora las condiciones de vida), esto genera falta de perspectivas de futuro y desesperanza, lo cual, ineluctablemente, conduce a la “salida desesperada” del acto terrorista.
Esta lógica reflexiva teleológica, arquetípica en el razonamiento contemporáneo del “progresismo” occidental, es uno de los razonamientos más reaccionarios de la derecha neofascista: la criminalizaciónde la pobreza, y esto se debe a la línea argumental que atraviesa a esta forma de pensar: pobre=desesperado=delincuente (injustificado por la derecha, justificado por el progresismo la forma de pensar es la misma).
Adicionalmente, esta forma de pensamiento (mágico e infantil) ni siquiera se acerca a interrogarse acerca del culto necrófilo construido en el mundo islámico alrededor de la Shuhadda(‘martirologio’), como así tampoco por qué el protoestado palestino educa a los niños en una cultura panegirista de los homicidas e incitadora al suicidio-homicidio, tampoco da cuenta del bombardeo propagandístico, gráfico, televisivo, radial y hasta religioso (en sermones en las mezquitas) despreciador de la vida y de contenido judeofóbico.
En fin, para qué ahondar más, se trata de una película poco menos que mediocre, aburrida y predecible; un panfleto propagandístico hecho para reafirmar los prejuicios antisionistas(judeofóbicos) del irreflexivo progresismo occidental; hoy más abocado a demostrar sus prejuicios condenatorios de Israel que en combatir al criminal neofascismo islamista.
[1] Davies, Joyce: Mi Cuerpo Es Un Arma. Los Mártires Suicidas En Oriente Próximo. Buenos Aires: Ediciones B, 2004. Pág. 189-190.
[2] El mismo nombre que la viuda de Arafat, ¿casualidad?.
(http://brodsky.ya.st)
1/7/2006
Pocas veces la realidad supera a la ficción pero hemos de reconocer que los propagandistas palestinos tienen una jerarquía casi tan buena como la maquinaria de propaganda goebbelsiana.
La primera parte del título de este artículo (“Mentiras que Matan”) refiere al nombre con que se dio a conocer en Argentina una película de Hollywoodestrenada hace unos años y cuyo título original es “Wag The Dog”, el argumento central de esta película es que, ante un desliz sexual del presidente norteamericano cometido pocas semanas antes de las elecciones, se crea una “cortina de humo” para desviar la atención pública hasta después de las elecciones, y, entonces, se contrata especialistas para hacer un montaje hollywoodense fabricando una guerra en los estudios de cine. No perdemos nuestra capacidad de asombro pues hoy en día vemos la reproducción de estas estratagemas empleadas por la usina de propaganda palestina con el objetivo de que sus “suicidas” asesinos sean vistos como víctimas mientras que sus víctimas, los israelíes aparezcan como los agresores.
En este sentido, durante los últimos años, en particular desde el estallido de la segunda Intifada, podemos apreciar el uso generalizado de la mentira y la fantasía como herramienta propagandística por parte de los palestinos en su intento de descalificación de Israel (intento que, lamentablemente, se ha plasmado al encastrar en el antisemitismo occidental, hoy disfrazado de “ antisionismo”). Algunos lúcidos analistas que vienen observando este proceso desarrollaron el concepto de Paliwood (apócope entre Palestina y Hollywood) para referirse a esta situación planteada.
Episodios de la “vida real” como el asesinato de MuhammadAl Dura, la “Masacre de Jenín” o el reciente “Cañoneo de la Marina israelí” son ejemplos de como opera esta maquinaria de propaganda que tiene un aliado irremplazable en gran parte de los medios de comunicación de masas de occidente, los cuales ya han decidido (de una vez por todas) que Israel, haga lo que haga, es culpable. Investigaciones llevadas a cabo a pesar de la fuerte campaña de prensa en contra han demostrado que Muhammad Al Dura fue asesinado por balas palestinas y no israelíes, una investigación de la propia ONU demostró que en la “Masacre de Jenín” no murieron miles de personas como alega la propaganda palestina, sino apenas 54 personas de las cuales 23 fueron soldados israelíes y el resto terroristas palestinos que se enfrentaron a Tzahal y que el reciente “cañoneo israelí” no fue tal sino una mina palestina que explotó.
A estos episodios de la vida real debemos sumarle acciones “pur
Ahora, como parte de esta campaña de atroces mentiras se estrenó en Argentina un mediocre filme multipremiado por el solo hecho de ser parte de la creatividad paliwoodense. Mientras que los palestinos reciben premios por tergiversar los acontecimientos, sus socios en occidente hacen negocios de taquilla con la sangre judía. Todos felices, total sólo se trata de judíos muertos (...perdón, de israelíes, “yo sólo soy ‘antisionista’... no vaya a pensar que a mi no me importan los judíos, si hasta tengo un amigo judío – mirá lo que soy capaz de aguantar”).
Esta película está repleta de escenas pensadas para ganar la simpatía de la opinión pública occidental y que son la negación absoluta de los acontecimientos. Como ejemplo podemos citar las dudas existenciales que aquejan a los protagonistas, duda que a los terroristas de carne y hueso ni les hace mella ya que su grado de fanatismo altruista los lleva a la creencia que son los depositarios de la pureza y el bien absoluto; que con su acción (el asesinato de judíos) estarán entrando al cielo. Los asesinos no son simpáticos lúmpenesrepletos de dudas sino fanáticos que no son “reclutados” sino que se ofrecen como voluntarios para sus carnicerías.
La escena de la aparición de una ética “occidentalizada” en el asesino que deja pasar un micro porque a él se sube una niña de cinco o seis años, desgraciadamente, sólo es una metáfora, una “licencia poética” opuesta a la dinámica de lo real; la realidad cotidiana es mucho más descarnada y así lo atestiguan los más de 200 niños menores de 16 años asesinados por los embrutecidos fanáticos.
“...Algunos apuntan que en el caso de los israelíes no hay civiles, sobre la base que las fuerzas armadas israelíes incorporan a hombres y mujeres y, por tanto, cualquier persona de cierta edad es susceptible de integrarse en el ejército... De este modo, excusan las muertes o daños de menores o ancianos...” [1]
Como contraposición a ésta, la escena del atentado sólo es sugerida por una intensa luz blanca (símbolo de la asepsia) que surge del terrorista (en un autobús en el que aparece rodeado sólo por soldados israelíes) que inunda la pantalla hasta hacer desaparecer todo; las consecuencias cotidianas de las acciones criminales de estos delincuentes son mucho más descarnadas y menos poéticas, restos de sangre, huesos, vísceras, miembros amputados, ayesde dolor, gritos de horror y el siniestro silencio de las vidas truncadas son los resultados de las “heroicas acciones” de estos asesinos.
En el filme el lugar de la “conciencia moral”, de la crítica al “martirologio” lo ocupa Suha[2] quien sostiene un discurso reconocible en el discurso “pacifista” y de “izquierda” setentista, ella es hija de un dirigente y mujer, residente permanente en Europa y que se halla “de paso” en Gaza. Este perfil le posibilita cierta distancia crítica pero al mismo tiempo cierta incomprensión de que la “única” alternativa posible a la “brutal” “ocupación israelí” es el terrorismo asesino.
Luego, hay otras sutilezas tendientes a buscar crear empatía con los asesinos y deslegitimar a sus víctimas. Para quien conoce Israel sabe que el israelí es muy informal a la hora de elegir vestimenta, sin embargo, los asesinos de la película visten de traje y se afeitan y cortan el cabello para infiltrarse en Israel a través del “muro” (allí aparece claramente un cerco de alambre tejido) realizar su crimen con éxito; esta sutileza tiende a crear inconscientemente la idea que los israelíes criminalizan la pobreza (ya que alguien “mejor vestido” y de pelo corto y sin barba no genera sospechas). Maravilloso despliegue proyectivo de pensamiento lombrosiano.
Es casi imposible trazar una analogía entre la película del árabe-israelí HanyAbu-Assad y los filmes de propaganda nazi como “Der Erwige Jude” de Fritz Hippler. Lo que en la película de Hippler aparece obscenamente (el estereotipamiento de los judíos) en la escena donde se superpone la cara de un judío con la cara de una rata, en el caso de la película de Abu-Assad aparecerá en la retórica, un discurso transversal, perenne, estigmatizador de Israel (estado que aparece como culpable en términos absolutos; culpable de la violencia que ejerce sobre los palestinos a través de “la ocupación” -muletilla de Perogrullo-, pero también culpable de la violencia palestina definida y legitimada discursivamente en términos de “resistencia”).
Por este recurso retórico el terrorismo asesino aparece transvestido, aparecerá como “legítima ‘resistencia’ a la ‘ocupación’ israelí”, de este modo, la responsabilidad palestina en las acciones criminales desaparece de la vista y queda oculta en una asociación de ideas: la ‘ocupación’ genera pobreza y desempleo (deteriora las condiciones de vida), esto genera falta de perspectivas de futuro y desesperanza, lo cual, ineluctablemente, conduce a la “salida desesperada” del acto terrorista.
Esta lógica reflexiva teleológica, arquetípica en el razonamiento contemporáneo del “progresismo” occidental, es uno de los razonamientos más reaccionarios de la derecha neofascista: la criminalizaciónde la pobreza, y esto se debe a la línea argumental que atraviesa a esta forma de pensar: pobre=desesperado=delincuente (injustificado por la derecha, justificado por el progresismo la forma de pensar es la misma).
Adicionalmente, esta forma de pensamiento (mágico e infantil) ni siquiera se acerca a interrogarse acerca del culto necrófilo construido en el mundo islámico alrededor de la Shuhadda(‘martirologio’), como así tampoco por qué el protoestado palestino educa a los niños en una cultura panegirista de los homicidas e incitadora al suicidio-homicidio, tampoco da cuenta del bombardeo propagandístico, gráfico, televisivo, radial y hasta religioso (en sermones en las mezquitas) despreciador de la vida y de contenido judeofóbico.
En fin, para qué ahondar más, se trata de una película poco menos que mediocre, aburrida y predecible; un panfleto propagandístico hecho para reafirmar los prejuicios antisionistas(judeofóbicos) del irreflexivo progresismo occidental; hoy más abocado a demostrar sus prejuicios condenatorios de Israel que en combatir al criminal neofascismo islamista.
[1] Davies, Joyce: Mi Cuerpo Es Un Arma. Los Mártires Suicidas En Oriente Próximo. Buenos Aires: Ediciones B, 2004. Pág. 189-190.
[2] El mismo nombre que la viuda de Arafat, ¿casualidad?.