Tuesday, July 17, 2007
UNAS 5000 PERSONAS SE CONVIERTEN CADA AÑO AL JUDAÍSMO EN ISRAEL
Maimónides nos recuerda (en una carta escrita al prosélito, Obadia) que en 36 lugares la Torá nos advierte para amar al prosélito; acrecentando, "un convertido es un hijo de Abraham, y quién lo trata injustamente, comete un grande pecado".
Unas 5.000 personas de todo el mundo se convierten cada año al judaísmo en Israel, en un difícil proceso de entre diez y doce meses de estudios que concluye con un examen, el baño ritual, un nuevo nombre y, los varones, también la circuncisión.'Para ser judío no hay ningún condicionamiento de sangre ni origen, cualquiera puede ser judío si así lo quiere', asegura a EFE el uruguayo Israel Diament, de 33 años y profesor en el Instituto Miriam de conversión de Jerusalén, el único que se dedica exclusivamente a hispanohablantes.
En Israel hay más de una veintena de centros de preparación al judaísmo, si bien son los tribunales ortodoxos del Rabinato los que tienen la última palabra para aprobar, o rechazar, la conversión de un candidato.La razones por las que miles de personas acuden a este país para ese proceso se debe a que la mayoría de los rabinos en el extranjero prefieren las condiciones que sólo Israel, como Estado judío, y sus servicios religiosos pueden proveer.Corrientes más progresistas del judaísmo como la reformista y la conservadora sí ofrecen la conversión en la diáspora judía, pero no así en Israel, donde el monopolio religioso es exclusivamente de los ortodoxos.
Frente al tradicional hermetismo de la ortodoxia, siempre mucho más reacia a las conversiones, el Instituto Miriam es sin duda un elemento renovador, a pesar de que respeta al pie de la letra sus requisitos.'Nosotros no somos misioneros, no vamos a buscar a nadie, pero a diferencia de la de otros grupos ortodoxos más estrictos sí tendemos nuestra mano a los que piden nuestra ayuda. No pensamos que haya que poner obstáculos si alguien quiere de veras convertirse al judaísmo', afirma el rabino Mijael Freund, director de la fundación a la que pertenece el instituto.El judaísmo contempla la conversión o la introducción de gentiles en sus filas desde sus primeros orígenes, y los casos que aparecen en la Biblia son tan numerosos como significativos para el origen de este pueblo.Gentiles fueron Bilha y Zilpa, las dos concubinas del patriarca Jacob que dieron vida a cuatro de las doce tribus de Israel, así como Sefora, mujer de Moisés, y Ruth, bisabuela del rey David.Pero con el correr de los siglos convertirse a esta religión ha pasado a ser un proceso mucho más engorroso y en el que las autoridades religiosas ortodoxas revisan hasta el interés más recóndito de una persona para abrazar la ley de Moisés.'No aceptamos a aquellos que buscan convertirse por un interés material, como pueda ser un emigrante que busque legalizar papeles o alguien que quiera normalizar un matrimonio judío, pero sin tener realmente fe', explica Raananá Birenbaum, directora del instituto Miriam.
El proceso comienza con una conversación con el candidato en la que suele exigírsele alguna recomendación del rabino de la ciudad de la que procede, algún documento que acredite un antepasado judío o sencillamente una explicación convincente de por qué quiere serlo.Una vez aceptado al curso, la enseñanza que se les imparte incluye literatura y leyes religiosas judías, así como conocimientos sobre la sociedad y la historia del pueblo judío y del Estado de Israel.'Nuestras clases son únicamente en español porque creemos que la religión debe ser enseñada en el idioma de uno para que sean conscientes del mensaje que les transmitimos', dice la directora.Aunque la conversión es un acto religioso y como tal les enseñan las costumbres y prácticas judías, Birenbaum asegura que 'no tenemos ninguna expectativa de que después sigan manteniendo nuestra forma ortodoxa de vida, eso es un proceso personal'.Entre los 60 a 80 alumnos que cada año estudian en ese centro de Jerusalén hay varios españoles, algunos descendientes de conversos y de matrimonios mixtos, y otros que se han sentido atraídos por el judaísmo por las razones más dispares.'Mis padres no me dieron una educación religiosa precisamente para que cuando yo fuera mayor decidiera solo', explica un español de 30 años, natural de Barcelona y quien en su 'búsqueda de espiritualidad' acaba de convertirse.Sobre su decisión no sabe dar una explicación exacta, pero reconoce que su vínculo con esta religión comenzó hace ya años y que su deseo es quedarse a vivir en Israel, porque 'vivir el judaísmo en España, o en otro país, no es lo mismo que vivirlo aquí'.
Unas 5.000 personas de todo el mundo se convierten cada año al judaísmo en Israel, en un difícil proceso de entre diez y doce meses de estudios que concluye con un examen, el baño ritual, un nuevo nombre y, los varones, también la circuncisión.'Para ser judío no hay ningún condicionamiento de sangre ni origen, cualquiera puede ser judío si así lo quiere', asegura a EFE el uruguayo Israel Diament, de 33 años y profesor en el Instituto Miriam de conversión de Jerusalén, el único que se dedica exclusivamente a hispanohablantes.
En Israel hay más de una veintena de centros de preparación al judaísmo, si bien son los tribunales ortodoxos del Rabinato los que tienen la última palabra para aprobar, o rechazar, la conversión de un candidato.La razones por las que miles de personas acuden a este país para ese proceso se debe a que la mayoría de los rabinos en el extranjero prefieren las condiciones que sólo Israel, como Estado judío, y sus servicios religiosos pueden proveer.Corrientes más progresistas del judaísmo como la reformista y la conservadora sí ofrecen la conversión en la diáspora judía, pero no así en Israel, donde el monopolio religioso es exclusivamente de los ortodoxos.
Frente al tradicional hermetismo de la ortodoxia, siempre mucho más reacia a las conversiones, el Instituto Miriam es sin duda un elemento renovador, a pesar de que respeta al pie de la letra sus requisitos.'Nosotros no somos misioneros, no vamos a buscar a nadie, pero a diferencia de la de otros grupos ortodoxos más estrictos sí tendemos nuestra mano a los que piden nuestra ayuda. No pensamos que haya que poner obstáculos si alguien quiere de veras convertirse al judaísmo', afirma el rabino Mijael Freund, director de la fundación a la que pertenece el instituto.El judaísmo contempla la conversión o la introducción de gentiles en sus filas desde sus primeros orígenes, y los casos que aparecen en la Biblia son tan numerosos como significativos para el origen de este pueblo.Gentiles fueron Bilha y Zilpa, las dos concubinas del patriarca Jacob que dieron vida a cuatro de las doce tribus de Israel, así como Sefora, mujer de Moisés, y Ruth, bisabuela del rey David.Pero con el correr de los siglos convertirse a esta religión ha pasado a ser un proceso mucho más engorroso y en el que las autoridades religiosas ortodoxas revisan hasta el interés más recóndito de una persona para abrazar la ley de Moisés.'No aceptamos a aquellos que buscan convertirse por un interés material, como pueda ser un emigrante que busque legalizar papeles o alguien que quiera normalizar un matrimonio judío, pero sin tener realmente fe', explica Raananá Birenbaum, directora del instituto Miriam.
El proceso comienza con una conversación con el candidato en la que suele exigírsele alguna recomendación del rabino de la ciudad de la que procede, algún documento que acredite un antepasado judío o sencillamente una explicación convincente de por qué quiere serlo.Una vez aceptado al curso, la enseñanza que se les imparte incluye literatura y leyes religiosas judías, así como conocimientos sobre la sociedad y la historia del pueblo judío y del Estado de Israel.'Nuestras clases son únicamente en español porque creemos que la religión debe ser enseñada en el idioma de uno para que sean conscientes del mensaje que les transmitimos', dice la directora.Aunque la conversión es un acto religioso y como tal les enseñan las costumbres y prácticas judías, Birenbaum asegura que 'no tenemos ninguna expectativa de que después sigan manteniendo nuestra forma ortodoxa de vida, eso es un proceso personal'.Entre los 60 a 80 alumnos que cada año estudian en ese centro de Jerusalén hay varios españoles, algunos descendientes de conversos y de matrimonios mixtos, y otros que se han sentido atraídos por el judaísmo por las razones más dispares.'Mis padres no me dieron una educación religiosa precisamente para que cuando yo fuera mayor decidiera solo', explica un español de 30 años, natural de Barcelona y quien en su 'búsqueda de espiritualidad' acaba de convertirse.Sobre su decisión no sabe dar una explicación exacta, pero reconoce que su vínculo con esta religión comenzó hace ya años y que su deseo es quedarse a vivir en Israel, porque 'vivir el judaísmo en España, o en otro país, no es lo mismo que vivirlo aquí'.