Autor: Dr. Adolfo Roitman
La prohibición de imágenes en el Deuteronomio
Uno de los temas centrales en el Deuteronomio es la prohibición y culto de imágenes, hasta el punto de merecer un apartado especial en el Decálogo. Como está escrito: `No te harás escultura (pesel) ni imagen (temuná) alguna, ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto. Porque yo, Yahveh tu Dios, soy un Dios celoso...'' (5:8-9. Cf. también Éxodo 20:4-6). (Nota: Una formulación básica de esta prohibición aparece en otras secciones del Pentateuco: Exo-do 20:23; 34:17; Levítico 19:4; 26:1; Deuteronomio 27:15. La prohibición del Decálogo, según aclaraba R. De Vaux, no se refería a las imágenes de los dioses extranjeros. A su juicio, ``la prohibición se dirige directamente contra las representaciones que se hubieran querido hacer de Yahveh y no contra toda imagen asociada, de una u otra forma, a su culto'' [Historia antigua de Israel, Madrid, Ediciones Cristiandad, 1974, vol. I, p. 441]).
En otro lugar, el deuteronomista justificaba la prohibición de imágenes por medio de un desarrollo homilético basado en la teofanía de Horeb/Sinaí, en la que Dios se había hecho oír pero no ver: ``...vosotros os acercasteis y permanecisteis al pie de la montaña, mientras la montaña ardía en llamas hasta el mismo cielo, entre tinieblas de nube y densa niebla. Yahveh os habló de en medio del fuego; vosotros oíais rumor de palabras, pero no percibíais figura (temuná) alguna, sino sólo una voz [...] Tened mucho cuidado de vosotros mismos: puesto que no visteis figura alguna el día en que Yahveh os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a pervertiros y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea: figura (tavnit) masculina o femenina, figura de alguna de las bestias de la tierra, figura de alguna de las aves que vuelan por el cielo, figura de alguno de los reptiles que serpean por el suelo, figura de alguno de los peces que hay en las aguas debajo de la tierra'' (4:11-18). (Nota: A diferencia de otras partes del Pentateuco en que se implica el carácter físico-visual de Dios [ver Génesis 30:31; Éxodo 19:21; Números 12:8], el Deuteronomio presupone la invisibilidad de Dios, poniendo énfasis en la dimensión auditiva-abstracta del contacto entre el hombre y lo divino). Según A. Rofé (Introducción a la composición del Pentateuco, Jerusalén, 1994, p. 43), el teólogo deuteronomista se habría referido expresamente aquí a la prohibición de representar por medio de iconos los animales sagrados, miembros de la corte celestial (como el caso de los serafines [Isaías 6:2]).
A diferencia de la explicación” propuesta por el Deuteronomio, algunos estudiosos modernos han sugerido como razón fundamental de la prohibición la naturaleza misma de Dios. Según de Vaux, por ejemplo, ``la prohibición de las imágenes sería, pues, la consecuencia de la trascendencia de Yahvéh, significada ya en el nombre con el que quiso revelarse''(op. cit., p. 442). Por su parte, el teólogo alemán G. von Rad afirmaba que no se debía ver la prohibición de imágenes como una peculiaridad aislada del culto israelita, sino antes bien una regulación que... formaba parte del misterio en el que se realizaba la revelación de Yahveh en el culto y la historia” (Teología del Antiguo Testamento, Salamanca, Ediciones Sígueme, 1975, vol. I, p. 279).
La inanidad de los ídolos
El deuteronomista mostró una abierta hostilidad hacia las imágenes hasta el punto de llamarlas con apelativos altamente denigrantes. Como es en el caso de la porción de la Torá de esta semana (parashá Ekev [Deuteronomio 7:12-11:25]), en donde está escrito: ``Quemaréis las esculturas de sus dioses, y no codiciarás el oro y la plata que los recubren, ni lo tomarás para ti, no sea que por ello caigas en un lazo, pues es una cosa abominable (toeva) para Yahveh tu Dios; y no debes meter en tu casa una cosa abominable, pues te harías anatema (jerem) como ella. Las tendrás por cosa horrenda (shaketz teshaktzenu) y abominable, porque son anatema'' (7:25-26). (Nota: Este lenguaje despectivo se halla presente también con inusitado vigor en la literatura profética. Aquí las esculturas e imágenes son llamadas polémicamente con términos peyorativos diversos, como ser: inmundicias” [gillulim] [Jeremías 50:2; Ezequiel 22:3-4]; monstruos” [siqqus] [Ezequiel 20:7-8]; vanidad” [hebel] [Jeremías 10:15]; mentira” [shequer] [Jeremías 10:14; 51:17], etc.).
Asítambién, el Deuteronomio es el único libro del Pentateuco que se caracteriza por poner en ridículo la adoración a imágenes: ``Allí serviréis a dioses hechos por manos de hombre, de madera y piedra, que ni ven ni oyen, ni comen ni huelen”'' (4:28; cf. también 27:15; 28:36, 64; 29:16; 31:29). (Nota: Este tema es también muy común en la literatura profética. Ver Oseas 4:12; 8:6; 14:4; Isaías 2:8; Miqueas 5:12; Jeremías 10:3-5; y especialmente [Déutero-] Isaías 40:19s; 41:7; 44:9-20; 46:6s. También el tema de la impotencia de los ídolos aparece en la liturgia israelita: Salmos 115:5-7; 135:15-17).
Según I. Kaufmann, esta percepción de los ídolos se habría derivado de la intuición monoteísta: ``El mensaje de Moisés, el Éxodo y el Pacto en el Sinaí produjeron una revolución religiosa entre las tribus de Israel: el politeísmo desapareció para siempre de su medio. La prueba más concluyente de esto lo revela el hecho de que la Biblia ya no sabe qué es el politeísmo en realidad: desde sus partes más antiguas hasta los asuntos más recientes presenta la religión pagana como puro fetichismo, como la adoración de la piedra y la madera” (La época bíblica [Buenos Aires: Editorial Paidos, 1964] pág. 44).
Siguiendo Kaufmann con su razonamiento, en contraste con este burdo y primitivo fetichismo” de las religiones paganas, la religión de Israel se desarrolló en derredor de la Tienda de la Asamblea y su objeto central: el Arca. Como éste decía: ``El centro de la tienda sacerdotal fue el Arca y los querubines. El arca sagrada que contiene la figura divina es un elemento común en las religiones paganas, y el querubín con las alas extendidas fue una figura egipcia cuya función era la de proteger al dios de los maleficios demoníacos. Llevar el arca en una procesión ritual significó llevar al dios mismo. De estos elementos antiguos, el sacerdocio israelita formó un nuevo símbolo monoteísta: el Arca no contiene una imagen de dios, sino las Tablas, la corporación de Su palabra; los querubines no protegen la divinidad, sino el signo de Su pacto con Israel (los querubines mismos representan el carro divino, el símbolo del dominio omnipresente de Dios); finalmente, lo que se llevó en el Arca no fue la divinidad o su imagen, sino el testimonio de Su pacto''” (op. cit., pags. 47-48).
Kaufmann creía, entonces, que Israel habría sido iconoclasta desde sus mismos comienzos. ¿Es esto cierto? Pero si así hubiera sido el caso, ¿cómo explicar entonces que los israelitas hayan adorado también imágenes? ¿Acaso fue un simple desvío del camino de Yahveh” o más bien una forma alternativa de servir a Dios? ¿Los paganos realmente creían que los fetiches” de madera y piedra eran dioses? ¿La no-representación figurativa de Yahveh fue una intuición original de Israel o tuvo su parangón en otras culturas de la época?
El culto a las imágenes en las religiones del Antiguo Oriente
La vivencia religiosa tiene como punto focal el encuentro con lo numinoso, con lo Absolutamente Otro” (R. Otto). Este encuentro con el Poder”, tanto a nivel personal como grupal, se configura en el culto. Según G. van der Leeuw, lo santo tiene que tener una figura, tiene que ser sucedible, que ser espacial, temporal, visible o audible. Más sencillamente, lo santo tiene que suceder [...] Todo acontecer puede ser un suceder de lo santo. Cuando lo es, hablamos de un símbolo” (Fenomenología de la religión [México: Fondo de Cultura Económica, primera reimpresión, 1975] p. 431). En los símbolos, entonces, se realiza lo santo y por su intermedio el hombre participa de lo sagrado.
Las imágenes son un tipo de símbolo. Desde el pasado inmemorial, los hombres han hecho uso en sus actividades cultuales de figuras, estatuas o cualquier otro objeto para retener al dios, de garantizar su presencia” (van der Leeuw, op. cit., p. 433). Según decía Nietsche, la más antigua imagen de dios tiene que albergar al dios y ocultarlo al mismo tiempo, pero ponerlo a la vista” (citado por Van der Leeuw, op. cit. pág. 434).
En las grandes civilizaciones del Antiguo Oriente, Egipto y Mesopotamia, el culto a las imágenes tuvo un rol central. A pesar de los pocos testimonios físicos de estatuas de culto que nos han llegado, las evidencias literarias y las representaciones artísticas nos proveen de una información abundante acerca de la manufuctura, apariencia y uso de las imágenes en el mundo antiguo. En Mesopotamia, por ejemplo, las estatuas estaban hechas de madera y recubiertas con metales y piedras preciosas. A excepción de los tiempos antiguos, en que los dioses fueron representados en forma de animal o semi-humanas, en épocas tardías los dioses mesopotámicos fueron representados de manera antropomórfica. Hasta tal punto las estatuas de los dioses eran similares a la de los humanos, que sólo se los podía distinguir por la corona con cuernos que vestían sobre sus cabezas (símbolo divino), por algún atributo distintivo o por sus vestimentas particulares. Esta ``humanidad'' de los dioses se ponía de manifiesto también en los cuidados que les conferían los fieles. Las estatuas eran lavadas y alimentadas como si fueran verdaderos seres vivientes. (Nota: Sobre las imágenes en el Antiguo Oriente, ver, E. Curtis, art. ``Idol, Idolatry'', en: Anchor Bible Dictionary [New York et al.: Doubleday, 1992] vol. 2. págs. 376-378. Sobre el mantenimiento de los dioses en Mesopotamia, ver, J. Bottéro, La religión más antigua: Mesopotamia [Madrid: Editorial Trotta, 2001] págs. 153-159).
A diferencia de lo que comúnmente se cree, los antiguos no eran estúpidos ignorantes hasta el punto de confundir el símbolo de los dioses con los dioses mismos. Según Curtis, ``para los egipcios y los mesopotámicos y casi seguramente también para los cananeos, las imágenes no eran objetos inanimados como los profetas hebreos insistían que eran; más bien, ellos eran seres vivientes en los cuales las deidades estaban realmente presentes. El significado fundamental de las imágenes estaba en el hecho de que se pensaba que la vida de la deidad estaba presente en la estatua" (op. cit., p. 377 [traducción mía]). O en palabras de Bottéro, ``e tenía una concepción muy realista de estas imágenes: en verdad eran, o contenían, aunque oscuramente, la personalidad que representaban'' (op. cit., pág. 90).
Aniconismo en el Antiguo Oriente
En forma paralela al culto iconodúlico, encontramos en la tradición religiosa del Antiguo Oriente una tendencia clara a representar de manera abstracta lo sagrado (aniconismo). Por ejemplo, en Egipto, en la época de Amenofis IV o Akenatón (siglo XIV a.e.c.), el dios Atón era representado por la luz del sol, acariciando con los rayos a manera de manos las plantas, animales o seres humanos. De la Arabia pre islámica nos han llegado testimonios sobre un culto carente de templos, centrado en derredor de estelas. Estas piedras servían de altar que se asperjaban con sangre, y en torno a ellas se procesionaba en un rito de circunvalación. (Nota: Un eco de esta práctica antigua en el Islam actual es la circumbalación repetida de la Ka'¨aba o Piedra negra por parte de los fieles en la ciudad de La Meca.)
Asítambién, esta tendencia a lo abstracto dejó sus huellas en la Siria antigua, en el mundo fenicio y púnico, e incluso en Mesopotamia. En este último caso, por ejemplo, hallamos piedras (kudurru) en que los dioses eran representados no por imágenes antropomorfas sino por símbolos: Anu y Enlil (coronas con cuernos), Marduc (espada) o Nabu (instrumental de escritura). En Asiria, en tiempos de Tukulti-Ninurta I (siglo XIII a.e.c.), el culto en honor del dios nacional Assur no utilizaba la imagen antropomorfa de este dios. (Nota: Para detalles, ver J. Trebollé Barrera, Imagen y palabra de un silencio [Madrid: Editorial Trotta, 2008] págs. 140-142).
Aniconismo en el antiguo Israel
En los orígenes Israel habría asumido un aniconismo de facto, originado fundamentalmente en su herencia nómada. Como en la tradición pre islámica, también los hebreos habrían practicado el culto a las estelas o massebot, según el testimonio arqueológico de las excavaciones en Lajish, Beth Shemesh, Meggido, Tel Dan y, en particular, en el Néguev.
Como lo afirma Trebollé Barrera, ``el Israel antiguo practicaba el culto anicónico en torno a estelas de piedra como único elemento representativo de la divinidad. La función de tales massebot era garantizar la presencia del dios o de las diosas cuando eran invocados. Se erigían en espacios sagrados como los de Betel, Gilead, Samaria, Siquén y en Jerusalén sobre el monte de los Olivos (Génesis 28:10-22; 31:43-54; 2 Reyes 3:2, 23:13-14; Josué 24:26) (op. cit., págs, 139-140).
Esta tradición anicónica es la que se escondería detrás de la historia del ``becerro de oro'' (Éxodo 32-34: 1 Reyes 12:28). A pesar del tono altamente polémico de las versiones actuales (probablemente debido a la edición deuteronomista de los materiales), este ``becerro'' no habría sido adorado originalmente como un dios en sí, sino que habría funcionado como un símbolo de la presencia divina. Como el dios cananeo Baal era visto como aquél ``que cabalga en las nubes'', también Yahveh habría sido imaginado como cabalgando sobre el ``becerro de oro''.
Este aniconismo antiguo también explicaría el simbolismo del Arca con los querubines. Este artefacto habría sido interpretado en círculos sacerdotales como el trono vacío de la divinidad, indicando por su intermedio la presencia física” de Yahveh junto a su pueblo (Éxodo 25:10-22; 37:1-9). (Nota: Esta interpretación sacerdotal fue rechazada por el deuteronomista, arguyendo que el Arca habría servido sólo como receptáculo de las Tablas [cf. 31:9, 25-26]. Cabe señalar, que esta tradición anicónica del ``trono vacío'' la conocemos en el mundo fenicio. Para ejemplos, ver Trebollé Barrera, op. cit., págs. 342-343, figuras 22-25).
¿Idolatría en el antiguo Israel?
Sin embargo, paralelamente a esta tendencia anicónica encontramos en la tradición bíblica relatos que apuntan al culto de imágenes en Israel. Un ejemplo en este sentido es la historia del santuario privado de Miqueas en la montaña de Efraim, en la época pre monárquica de Israel, para el cual un fundidor hizo un ídolo de metal fundido (Jueces 17:4-5).
Según continúa la historia, este ídolo junto con otros objetos rituales (efod y terafim) habría de ser robado por los danitas y recolocado en el santuario fundado por ellos en Lais (18:27-31). De esta historia se desprendería, pues, que tanto Miqueas como los danitas habrían visto este ídolo como una representación de Yahveh antes que un ídolo de un dios extran-jero.
La arqueología nos puede ser de ayuda en este sentido, como es el caso de los templos excavados en Arad, al sur de Israel (siglos X-VII a.e.c). En uno de los templos, más precisamente en el ``santo de los santos'', se halló una estela o masseba, probando que incluso en la época monárquica Yahveh habría estado presente” por medio de un símbolo figurativo: la estela. (Nota: Se han encontrado en contextos israelitas figurinas de mujeres desnudas, a menudo embarazadas y con los pechos muy grandes, semejantes al antiguo culto oriental de la ``Madre-Diosa''. Sin embargo, aún es una cuestión abierta la función original de estos artefactos).
La iconoclasia: una revolución deuteronomista
A diferencia de lo que los textos bíblicos dan a entender, la iconoclasia no habría existido desde un comienzo en Israel, sino que habría sido el resultado de un largo proceso cultural. Según lo aclara Trebollé Barrera: ``La prohibición de imágenes es, pues, más reciente de los que se pensaba hace años; su formulación no parece anterior a los inicios de la época deuteronomista, aunque la prohibición misma tiene raíces en formas de religiosidad anicónica de grupos israelitas (semi) nómadas. En todo caso la formulación misma del interdicto sobre la utilización de imágenes en el culto no es muy anterior a la época del exilio. Por lo demás y a lo largo de la historia bíblica la prohibición se restringió al ámbito de las prácticas y ritos religiosos, sin que afectara en ningún caso a la producción de objetos artísticos'' (op. cit., p. 145).
La teología deuteronomista fue tan absoluta en su oposición a toda concretización de Yahveh, que incluso rechazó de plano la antigua tradición anicónica de las estelas, que como las estatuas e imágenes, pasaron ahora también a convertirse en abominación”: ``...y no te erigirás estela, cosa que detesta Yahveh tu Dios”'' (16:22; cf. también 7:5).
A partir de la época post exílica, la iconoclasia se transformó en uno de los baluartes de la fe de Israel. La literatura judía en la época del Segundo Templo ahondó aun más en las polémicas contra la idolatría, desarrollando argumentaciones bastantes sofisticadas en su contra (ver Sabiduría 13-14; Daniel 14 [según la versión de los Setenta]; Jubileos 12:1-6; 1 Corintios 10:20s), hasta llegar a imaginar a Abraham, el padre de Israel, como el iconoclasta por antonomasia en la historia de la nación (Jubileos 12:9-12; Génesis Rabba 38:13).
De aquí en más, la tradición iconoclasta habría de jugar un papel central en la historia del Cristianismo (como el caso de las guerras iconoclastas en Bizancio [siglo VIII] o la iconoclasia reformista [siglos XVI-XVII]) y el Islam (por ejemplo, la famosa destrucción en el año 630 de las deidades árabes alojadas en la Ka'¨aba). (Nota: Para más detalles, ver el artículo en: en.wikipedia.org/wiki/Iconoclasm).
¡Shabat Shalom!
Postagem: Andre Moshe Prera, Pres. Kehillah Or Ahayim