Thursday, June 14, 2007
Anselm Kiefer en el Guggenheim
“Kiefer. Una historia sin memoria”, comisariado por Germano Celant, se presenta hasta el 3 de septiembre en el Museo Guggenheim Bilbao (Abandoibarra, 2. Bilbao).
Entre sus piezas destaca Merkaba (2005-2007). Kiefer es un artista difícil, que sobrecoge por su monumentalidad, por la reiterada alusión a lo cósmico, lo trascendente... Y lo alemán. En sus inicios fue uno de los primeros artistas en abordar el pasado nazi que nadie quería recordar (como en Sefer Hechaloth, 2001). En los últimos diez años, la obra de Kiefer ha tomado una deriva diferente, ocupándose de asuntos alejados de la historia reciente de su país, aunque no de sus materiales y temas habituales, ni de los fundamentos de la condición humana, cuyo reflejo busca en otras culturas o en el ansia de saber. Pero sus campos de estrellas (varios de los cuadros de esta serie llevan el título de Sternen lager) nos remiten, otra vez, al recurrente tema de la memoria. La reducción de las estrellas a cadenas numéricas, la identificación de unas pocas entre la miríada de puntos, nos recuerda la de los individuos de los campos de concentración a un simple número tatuado en su brazo. La cábala aparece claramente aludida en la serie de pinturas realizadas para la capilla del antiguo hospital psiquiátrico de La Salpetrière, en París. Aunque sigue siendo Merkaba (literalmente, el carro, en idish y hebreo) la pieza que nos devuelve a la desesperanza. Colgando precariamente de la pared, desparramados por el suelo, varios segmentos de escalera de hormigón ocupan la sala señalando que la vieja conexión con el cielo (la escalera) hace tiempo que se ha venido abajo.
Entre sus piezas destaca Merkaba (2005-2007). Kiefer es un artista difícil, que sobrecoge por su monumentalidad, por la reiterada alusión a lo cósmico, lo trascendente... Y lo alemán. En sus inicios fue uno de los primeros artistas en abordar el pasado nazi que nadie quería recordar (como en Sefer Hechaloth, 2001). En los últimos diez años, la obra de Kiefer ha tomado una deriva diferente, ocupándose de asuntos alejados de la historia reciente de su país, aunque no de sus materiales y temas habituales, ni de los fundamentos de la condición humana, cuyo reflejo busca en otras culturas o en el ansia de saber. Pero sus campos de estrellas (varios de los cuadros de esta serie llevan el título de Sternen lager) nos remiten, otra vez, al recurrente tema de la memoria. La reducción de las estrellas a cadenas numéricas, la identificación de unas pocas entre la miríada de puntos, nos recuerda la de los individuos de los campos de concentración a un simple número tatuado en su brazo. La cábala aparece claramente aludida en la serie de pinturas realizadas para la capilla del antiguo hospital psiquiátrico de La Salpetrière, en París. Aunque sigue siendo Merkaba (literalmente, el carro, en idish y hebreo) la pieza que nos devuelve a la desesperanza. Colgando precariamente de la pared, desparramados por el suelo, varios segmentos de escalera de hormigón ocupan la sala señalando que la vieja conexión con el cielo (la escalera) hace tiempo que se ha venido abajo.