Sunday, September 23, 2007

La despedida de Moshé del pueblo judío

Parashat Vezot Habrajá
Deuteronomio 33:1-34:12
Por: Rab. Eliahu Birenbaum


Esta parashá trata del último día del redentor y legista del pueblo de Israel.
La imagen de Moshé Rabenu fue reseñada infinidad de veces en la literatura hebrea y en la literatura universal. Escritores y pensadores, desde hace dos mil años hasta la fecha, intentaron descifrar la particular personalidad del señor de los profetas.

Sin embargo, parecería que justamente en este capítulo se encuentra el acontecimiento peculiar y central de la vida de Moshé, donde se entrelazan pensamientos y sentimientos, romanticismo y sufrimiento, reflexiones personales y nacionales que delinean el admirable e inconfundible carácter de Moshé.

Llegó el último día en la vida del redentor y legista; líder como él no existió ni en la historia de Israel ni en la de otro pueblo. Después de acompañar a su pueblo durante cuarenta años, escuchó la orden: “Sube a este Monte de Avarim, al Monte Nevó, que está en la tierra de Moav,...y mira la tierra de Canaán que Yo doy por heredad a los hijos de Israel, y muere en el monte al cual subes” (Cap. 32, 49-50). Moshé se impuso a su gran tristeza y se conformó viendo a su querida tierra desde enfrente. La reacción de Moshé en estos momentos nos enseña que ni siquiera antes de morir, Moshé perdió sus cualidades especiales y su lucidez de líder responsable, y bendijo a su pueblo. Se podría pensar que en los últimos momentos de su vida, Moshé sólo se preocuparía por él y su sufrimiento, pero no fue así.

La esperanza de entrar en Eretz Israel con una nueva generación no se realizó. Moshé vagó durante cuarenta años hasta que se terminó la generación del desierto y sólo pudo conducir a la nueva generación hasta Moav, frente a Eretz Israel. El no entró ni hizo entrar a nadie.

Moshé Murió en el Monte Nevó, en la frontera con la tierra prometida, a los ciento veinte años. Además de su avanzada edad a la hora de la muerte, es difícil explicar por qué el hombre de Dios no pudo entrar en Israel. Después de que Moshé dedicó gran parte de su vida a la liberación del pueblo de Israel de Egipto para conducirlo a su tierra, se le dijo que nunca llegaría a la tierra de sus sueños. ¿Cuál fue el pecado de Moshé por el cual no pudo entrar en Israel?

La respuesta a este interrogante no es tan simple ni de indiscutible significativo, a pesar de que la Torá da una explicación clara sobre el tema.
La respuesta que aparece extensamente relatada en los capítulos de la Torá, se relaciona con el castigo por días de discordia y pelea, cuando en una oportunidad, en el desierto, el pueblo pidió agua. Moshé se dirigió a Dios y le pidió agua para el pueblo y Dios le dijo que hablara con la roca pidiendo que emanara de ella el agua deseada. En esa oportunidad Moshé cambió la orden Divina y golpeó varias veces la roca mientras se dirigía con enojo al pueblo. Por esto fue castigado con la privación de entrar en Israel.

Sin embargo, tal parece que los intérpretes de la Torá no se conformaron con esta explicación, ya que para un líder tan grande el pecado era muy pequeño y no justificaba la magnitud del castigo. Por eso se esforzaron en buscar diferentes explicaciones que permiten entender mejor este suceso humano e histórico.

La explicación sobre el tema se centró sobre el hecho de que Moshé fue perdiendo su capacidad de liderazgo. La decisión de no entrar en la tierra prometida y dejar su lugar a otro guía, fue respuesta a las necesidades del pueblo y no un signo de castigo. Llegó el momento de que Moshé bajara del escenario, a pesar de lo difícil y doloroso que este hecho fuera para él.

El cambio de liderazgo no es fácil ni para el dirigente ni para los dirigidos. Para el pueblo es difícil acostumbrarse a la imagen de un líder nuevo y al líder le cuesta cambiar su lugar con otro. Inclusive en los casos de dirigentes que no se distinguieron en su gobierno, cuando son cambiados, el pueblo los extraña y echa de menos su dirección.

Dios entendió que en el momento en que Yeoshúa tomara el mando del pueblo, Moshé no podría acompañarlo y entrar en Israel como uno más del pueblo, aún en el caso de no ser su líder, sólo escucharían su voz, situación que podría perjudicar la nueva dirección de Yeoshúa. Por eso Moshé no entró en Israel ni siquiera como un simple miembro del pueblo.

La forma de gobierno a la que estaba acostumbrado Moshé era a través de los milagros. Agua, comida, vestimenta, guerras, todo se hacía por la providencia Divina. Así estaba acostumbrado Moshé.

Pero cuando el pueblo entrara en Eretz Israel, tendría que enfrentarse con la realidad de la naturaleza y no por el camino de los prodigiosos milagros. La realidad de sembrar, segar para cosechar y la necesidad de luchar como todos los pueblos lo hacen, no era conocida por Moshé.
Moshé no estaba acostumbrado a este tipo de conducción del pueblo. Después de cuarenta años de milagros, era imposible para él tomar en cuenta las condiciones reales que implicaba vivir de la naturaleza. Por eso Dios eligió reemplazarlo, antes de entrar en Israel, por un líder que satisfaciera las necesidades del pueblo en la nueva tierra.

Otro enfoque interesante explica la prohibición de Moshé de entrar en Israel, a partir de su función como profeta.
El profeta quizás perciba en la realización de su empresa, o en la concreción de sus sueños, un posible derrumbe o deterioro del ideal originario. Por lo tanto, cuando llega la hora, el profeta pasa a otros la realización y él permanece con la imagen íntegra de su sueño y su visión.

¿Cuál fue la respuesta de Moshé al difícil destino que le tocó al final de su vida?
Con la primera noticia sobre su castigo por el pecado de discusión en el desierto, no hubo réplica por parte de Moshé. Tal vez la noticia fue tan desconcertante, que en vez de reclamar solo le quedó aceptar, es decir, que el silencio representó su aceptación- Este hecho es semejante al silencio de Abraham ante la prescripción de sacrificar a su hijo ante el Altísimo. Sólo cuando la orden se hizo presente y tuvo que subir al Monte Avarim, dio la respuesta que mostró su verdadera imagen de líder del pueblo.

Moshé temía que su pueblo quedara como rebaño sin pastor, y por eso le pidió a Dios que le quitara su preocupación, nombrando un líder que ocupara su lugar y supiera concluir la empresa que él había comenzado.

La principal preocupación de Moshé antes de despedirse de este mundo, no era su familia o su persona. Su gran aflicción era llenar el lugar que él dejaba. Por eso insistió en el nombramiento inmediato de un nuevo líder, de tal manera que él pudiera asesorarlo e instruirlo para que el pueblo no se quedara ni por un instante sin dirección.

La plegaria de Moshé fue escuchada, “Y Dios le dijo: 'Toma a Yeoshúa, hijo de Nun, que tiene espíritu de sabiduría'.”
Dios escogió un líder para el pueblo de Israel antes de que se produjera la muerte de Moshé. Su despedida fue acompañada por la certeza de que ya existía un fiel pastor para su pueblo.

En los últimos capítulos del Deuteronomio, se informa sobre el cumplimiento del mandato. Desde lejos, Moshé vio la tierra prometida, para después morir en lugar desconocido. En vez de describir los sentimientos de Moshé en esos momentos, la Torá narra lo que en realidad él vio. La visión de Moshé, lenta y prolongada, presagia lo que atravesaba su alma. Antes de morir se le mostró toda la tierra de Israel. Sólo pudo verla, mas no entrar. Moshé quería ver la realización de su idea, que tenía profundas raíces estéticas y sentimentales, en su alma de hombre que no consumó el sueño de toda su vida.

Moshé no entró en Israel, Dios sólo le permitió observarla. Esto plantea una interrogante. Si Moshé no entró en la tierra prometida ¿por qué entonces tuvo que contemplarla? Esta situación hace que el castigo aun sea más duro, ya que no solo sufre por no entrar, sino que al verla se siente tentado a conocerla de cerca, pero a pesar de todo no lo puede hacer.

Tal vez la explicación se encuentre en el hecho de que el sentido de la vista tiene un poder especial. Cuando una persona mira un objeto preciado, tiene la idea de que éste penetra en su interior y se vuelve para de él mismo. Cuando se observa un cuadro bonito, entra por los sentidos y produce placer. Así, cuando Moshé observó desde lejos la tierra de Israel, ella penetró en él, dentro de su corazón, dentro de su alma. A pesar de que Moshé no entró físicamente en Israel, se dio una relación intensa entre él y la tierra; un profundo nexo entre el líder y la tierra prometida.

Moshé sabía las pocas probabilidades que tenía de lograr su petición de entrar en Israel. Intentó y fracasó. Pero la enseñanza que perdura a través del tiempo es que está prohibido ceder o resignarse; que debemos aprender de Moshé a extrañar, añorar a Eretz Israel y a soñar con ella.