Wednesday, September 13, 2006

Preparativos para una nueva realidad

Parashat Vaiélej: Dvarím Cap. XXXI

Rabino Eliahu Birnbaum


"Y fue Moshé y dijo estas palabras a todo Israel: Hoy tengo ciento veinte años; ya no puedo salir y entrar. Además me dijo Dios: ' Tu no cruzarás el Jordán' (...). Iehoshúa me remplazará y continuará guiando al pueblo..".


De este modo se despide Moshé del pueblo de Israel, a mitad del camino que había soñado y por el que les había enseñado a transitar. Moshé pasa en este momento por una de las mayores frustraciones que puede experimentar el hombre, cual el padre que prepara a sus hijos para la vida pero fallece antes de ver el resultado de sus esfuerzos.


Toda situación de corte es traumática, por más esperada y programada que haya sido. El fallecimiento de Moshé no es espontáneo sino minuciosamente preparado con todos sus detalles; lo cual en nada atenua para el pueblo lo difícil y traumático de la situación.


La conducta de Moshé a la hora de despedirse de su pueblo es ejemplar. Moshé entendió que no debía pronunciar su despedida desde "púlpitos y balcones", ni a través de oratorias y largas conferencias, sino logrando, una vez más, el contacto personal con el pueblo que había liderado. No era el líder que, en nuestros días, hubiera aparecido en las ferias en época electoral, para legar una imagen a la posteridad a través de flashes y micrófonos: para él, el contacto cotidiano con su gente no era un medio carismático para convocar la adhesión de multitudes, sino el camino sincero para comprender y atender a las necesidades de su pueblo.


Hay una segunda lectura para la actitud de Moshé que, a fuerza de franqueza, no oculta su carácter genuinamente pesimista respecto de la relación entre gobernante y gobernados. Moshé se dirigió a su pueblo, probablemente también, porque su pueblo no se dirigió a él.


Moshé estaba finalizando su función como dirigente, y el pueblo se abocaba ya a elaborar su relacionamiento con el "nuevo gobierno" que asumiría la responsabilidad de liderarlo. De nada valían ya, subjetivamente y en la estrechez del presente fugaz, los cuarenta años de historia que habían quedado atrás: éstos serían valorados, en toda su magnitud, mucho más adelante.


También en la sociedad de nuestros días se da una actitud similar, con justicia o injusticia relativa, respecto de muchos dirigentes cuando éstos llegan al término formal de su misión. A veces son ellos los que se apartan; en otras ocasiones, es la propia sociedad que los sacraliza u olvida, formas ambas de tomar distancia de ellos y de su realidad.


Es el caso, en el Estado de Israel, de Ben-Gurión, de Menajem Beguin, que se aislaron en la privacidad una vez cumplida su función pública; o el de Aba Eban, quizá, a cuya referencia la opinión pública retiró, en determinado momento, la vigencia en la inmediatez.


Cabe preguntarnos la razón de tales fenómenos, formalmente idénticos desde Moshé a nuestros días. ¿Pierde vigencia el mensaje de un líder cuando éste abandona la órbita del poder?Ý¿O es que la sociedad rige sus relaciones por conveniencia de coyuntura, y tanto el olvido como la "totemización" de un líder permiten manejar, sin su interferencia, la nueva realidad?