Wednesday, November 28, 2007
Parashat Vayeshev: Génesis 37:1-40:23
Los sueños: utopía, profecía y realidad
Por: Rab. Eliahu Birenbaum
(Postagem: Andre-Moshe Pereira
Kehillah Or Ahayim)
Luego de las parashot Veyetzé y Vayshlaj, que se referían a nuestro patriarca Yaacov, continuamos con el estudio de las características y la importancia que el libro Bereshit adjudica al mundo de los sueños: fenómenos que se repite en los libros siguientes de la Torá. Los sueños del Jumash que analizamos son sumamente significativos, tanto cuando estos sueños representan al presente, como cuando constituyen la cause que explica ciertos sucesos que habrán de acaecer en el futuro.
Todos los personajes del libro de Génesis sueñan: Abraham lleva a cabo el pacto después de haber caído en una somnolencia; Yaacov, nuestro patriarca, con su sueño acerca de la gran escalera, y el descifrador de sueños, Yosef.
Todas las parashot referidas a nuestros patriarcas están caracterizadas por una sorprendente mezcla de sueños y realidad. Por un lado, se nos describen las preocupaciones diarias con respecto al sustento, al pan para comer y la vestimenta para cubrirse; la lucha por la supervivencia frente a la amenaza de los enemigos; la rutina del hogar y del campo. Como contraparte, se nos relata acerca de apariciones, ángeles, sueños con respecto a cosas que no son de este mundo, promesas futuras, nombres simbólicos; todo está entremezclado de modo tal que no podemos distinguir entre sueño y realidad, entre personas y ángeles o entre el pasado y el futuro.
Parecería que la experiencia se produce alternativamente en dos niveles que a veces se unen y otras vuelven a separarse, alejándose uno del otro. El nivel de realidad se caracteriza por su materialismo y por la descripción de deseos e instintos humanos y, por encima de ellos, está el nivel celestial, que a veces parecería carecer de toda relación con lo que ocurre en la tierra. El tejido de las historias de la Torá emplea estos dos elementos.
Desprovista de los sueños y las profecías, la realidad parece débil, pobre, reducida a apenas un grano pequeño de polvo, la ilusión de un instante; quimera sin sentido, al punto de que nuestros sabios afirman: “Todo aquel que transcurre siete días sin experimentar un sueño es malo”. La realidad sin sueños es una mala realidad.
Lo típico del sueño es que el soñador ve en él aquellas cosas que son imposibles en la realidad material. A veces, por ejemplo, el soñador presencia, durante los escasos minutos en que se produce el sueño, el desarrollo completo de procesos complicados, que deberían suceder durante el período de muchos años, y otra puede contemplar sucesos extraordinarios, como gavillas del campo arrodillándose frente a otra gavilla, o ve cómo el sol, la luna y las estrellas se prosternan ante él.
Yaacov, el padre, se siente muy cerca de su hijo Yosef. El padre sueña y el hijo sueña. Los sueños de ambos son totalmente diferentes, pero ambos sueñan, existe una continuidad entre los sueños del padre y los del hijo. Yaacov, había soñado con una escalera apoyada en la tierra, cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Yosef complementa este sueño con uno relativo a la tierra, que constituye el camino hacia ese mundo maravilloso que el hombre necesita.
Pero, por otro lado, el soñador generalmente no es aceptado en el marco de la sociedad. Dado que la sociedad está adherida a las normas, las leyes y los marcos, y el sueño traspasa esas normas, el soñador queda situado fuera de esas normas. La sociedad, en última instancia, no es capaz de incluir en sus sueños a los seres excepcionales, cuyo sueño no se refiere sólo a un individuo, sino a toda la sociedad.
El Rav Kuk, en su lenguaje poético, nos explica la importancia del sueño y la necesidad de los sueños: “Los grandes sueños constituyen el fundamento del mundo. Los escalones son diferentes. Los soñadores son profetas que hablan mediante su sueño. Los soñadores son los poetas del futuro. Los grandes pensamientos de los soñadores vienen a redimir el mundo. Todos soñamos que Dios vuelve a Sión”.
Yosef fue perseguido por sus hermanos no sólo por causa de la hermosa túnica que le había obsequiado su padre. Los hermanos no eran ya niños pequeños y podían comprarse vestimentas por sí mismos. La razón es que ellos habían detectado en Yosef la imagen del revolucionario, aquel que no vive encerrado dentro del marco reducido de la vida diaria, sino que es capaz de provocar cambios. Los hermanos comprenden esto, con base en los sueños de Yosef, y por es se le oponen.
Yosef considera que sus sueños son proféticos y se los relata a sus hermanos para explicarles cómo habrán de suceder las cosas en el futuro. Esta actitud es característica del soñador, que considera que su sueño representa la realidad objetiva. En cambio, la sociedad y, en este caso los hermanos de Yosef, se relacionan con el sueño como expresión subjetiva, carente de toda capacidad para describir el presente o anticipar el futuro.
¿De dónde proviene la fuerza del sueño? Si nos referimos a los sueños proféticos, es su origen divino el que les otorga su autoridad predictiva. También, si explicamos el sueño como producto de la imaginación y la expectativa, entonces su futuro se deriva de la voluntad que existe en el soñador de hacer realidad su sueño.
Por: Rab. Eliahu Birenbaum
(Postagem: Andre-Moshe Pereira
Kehillah Or Ahayim)
Luego de las parashot Veyetzé y Vayshlaj, que se referían a nuestro patriarca Yaacov, continuamos con el estudio de las características y la importancia que el libro Bereshit adjudica al mundo de los sueños: fenómenos que se repite en los libros siguientes de la Torá. Los sueños del Jumash que analizamos son sumamente significativos, tanto cuando estos sueños representan al presente, como cuando constituyen la cause que explica ciertos sucesos que habrán de acaecer en el futuro.
Todos los personajes del libro de Génesis sueñan: Abraham lleva a cabo el pacto después de haber caído en una somnolencia; Yaacov, nuestro patriarca, con su sueño acerca de la gran escalera, y el descifrador de sueños, Yosef.
Todas las parashot referidas a nuestros patriarcas están caracterizadas por una sorprendente mezcla de sueños y realidad. Por un lado, se nos describen las preocupaciones diarias con respecto al sustento, al pan para comer y la vestimenta para cubrirse; la lucha por la supervivencia frente a la amenaza de los enemigos; la rutina del hogar y del campo. Como contraparte, se nos relata acerca de apariciones, ángeles, sueños con respecto a cosas que no son de este mundo, promesas futuras, nombres simbólicos; todo está entremezclado de modo tal que no podemos distinguir entre sueño y realidad, entre personas y ángeles o entre el pasado y el futuro.
Parecería que la experiencia se produce alternativamente en dos niveles que a veces se unen y otras vuelven a separarse, alejándose uno del otro. El nivel de realidad se caracteriza por su materialismo y por la descripción de deseos e instintos humanos y, por encima de ellos, está el nivel celestial, que a veces parecería carecer de toda relación con lo que ocurre en la tierra. El tejido de las historias de la Torá emplea estos dos elementos.
Desprovista de los sueños y las profecías, la realidad parece débil, pobre, reducida a apenas un grano pequeño de polvo, la ilusión de un instante; quimera sin sentido, al punto de que nuestros sabios afirman: “Todo aquel que transcurre siete días sin experimentar un sueño es malo”. La realidad sin sueños es una mala realidad.
Lo típico del sueño es que el soñador ve en él aquellas cosas que son imposibles en la realidad material. A veces, por ejemplo, el soñador presencia, durante los escasos minutos en que se produce el sueño, el desarrollo completo de procesos complicados, que deberían suceder durante el período de muchos años, y otra puede contemplar sucesos extraordinarios, como gavillas del campo arrodillándose frente a otra gavilla, o ve cómo el sol, la luna y las estrellas se prosternan ante él.
Yaacov, el padre, se siente muy cerca de su hijo Yosef. El padre sueña y el hijo sueña. Los sueños de ambos son totalmente diferentes, pero ambos sueñan, existe una continuidad entre los sueños del padre y los del hijo. Yaacov, había soñado con una escalera apoyada en la tierra, cuyo extremo superior llegaba hasta el cielo. Yosef complementa este sueño con uno relativo a la tierra, que constituye el camino hacia ese mundo maravilloso que el hombre necesita.
Pero, por otro lado, el soñador generalmente no es aceptado en el marco de la sociedad. Dado que la sociedad está adherida a las normas, las leyes y los marcos, y el sueño traspasa esas normas, el soñador queda situado fuera de esas normas. La sociedad, en última instancia, no es capaz de incluir en sus sueños a los seres excepcionales, cuyo sueño no se refiere sólo a un individuo, sino a toda la sociedad.
El Rav Kuk, en su lenguaje poético, nos explica la importancia del sueño y la necesidad de los sueños: “Los grandes sueños constituyen el fundamento del mundo. Los escalones son diferentes. Los soñadores son profetas que hablan mediante su sueño. Los soñadores son los poetas del futuro. Los grandes pensamientos de los soñadores vienen a redimir el mundo. Todos soñamos que Dios vuelve a Sión”.
Yosef fue perseguido por sus hermanos no sólo por causa de la hermosa túnica que le había obsequiado su padre. Los hermanos no eran ya niños pequeños y podían comprarse vestimentas por sí mismos. La razón es que ellos habían detectado en Yosef la imagen del revolucionario, aquel que no vive encerrado dentro del marco reducido de la vida diaria, sino que es capaz de provocar cambios. Los hermanos comprenden esto, con base en los sueños de Yosef, y por es se le oponen.
Yosef considera que sus sueños son proféticos y se los relata a sus hermanos para explicarles cómo habrán de suceder las cosas en el futuro. Esta actitud es característica del soñador, que considera que su sueño representa la realidad objetiva. En cambio, la sociedad y, en este caso los hermanos de Yosef, se relacionan con el sueño como expresión subjetiva, carente de toda capacidad para describir el presente o anticipar el futuro.
¿De dónde proviene la fuerza del sueño? Si nos referimos a los sueños proféticos, es su origen divino el que les otorga su autoridad predictiva. También, si explicamos el sueño como producto de la imaginación y la expectativa, entonces su futuro se deriva de la voluntad que existe en el soñador de hacer realidad su sueño.