Friday, June 09, 2006
¿Es mi apellido de origen judío sefaradí?
Aliza Moreno Goldschmidt cuestiona la importancia exagerada que se le adjudica a la búsqueda genealógica, como si fuera el único lazo que une a los descendientes del pueblo judío con su legado ancestral.
La pregunta que titula este artículo es posiblemente la más común que llega a nuestras oficinas. Es realmente increíble el despertar general y el creciente número de personas en todo el mundo que se sienten identificadas con el grupo de Bnei Anusim - descendientes de quienes fueron obligados a abandonar el Judaísmo tras las persecuciones de la Inquisición en la Península Ibérica y las colonias españolas y portuguesas. Sin embargo creo que ha llegado el tiempo que se haga un poco de orden y se clarifique este importante tema de los apellido y la verdadera capacidad que tienen estos para iluminar el camino de quienes buscan sus raíces. Cuando era niña mis padres me llevaron a un dermatólogo de apellido Cohen. Mi sorpresa fue al enterarme que no era judío. Es decir, no se consideraba judío, pero para mí y mi familia era obvio que descendía de judíos, pues su apellido claramente es un `apellido judío'. Cuando le preguntamos, nos contó que efectivamente su abuelo o bisabuelo habían sido judíos, pero que a pesar de esto él ya no se sentía parte de este pueblo. Desde que trabajo con Bnei Anusim, y especialmente debido a la cantidad impresionante de personas que se interesan por el origen de sus apellidos, me he preguntado constantemente si el caso del Dr. Cohen - y la claro forma de identificar su ascendencia judía - se podía comparar o igualar al caso de los Bnei Anusim de nuestros días. He llegado a la conclusión contundente que no es así y no me cabe la menor duda que es fundamental para todos los Bnei Anusim y quienes se interesan por este tema, comprender este asunto y su complejidad. Primero que todo, es un error conceptual referirse a los apellidos de los Anusim como `apellidos judíos' o `apellidos de origen judío'. A partir de 1492 en España y 1497 en Portugal dejaron de existir en estos territorios los apellidos judíos, fuera de contadísimas excepciones. Aquellos que tras la expulsión se quedaron en suelo ibérico debieron convertirse al cristianismo. Por lo tanto, los apellidos de los Anusim y sus descendientes son aquellos adoptados tras el bautismo, los cuales casi en su totalidad eran apellidos ya existentes en la sociedad circundante. Por ejemplo, una persona que se convirtió adoptando el apellido Hernandez, ciertamente él y sus descendientes son de origen judío. Sin embargo no se puede deducir que a partir de entonces todo aquel con apellido Hernandez sea de origen judío pues también existen muchos otras familias con dicho apellido que nunca lo fueron. Este panorama se complica mucho más si tomamos en consideración que a diferencia de nuestros días el sistema de era mucho menos organizado. Actualmente es la norma que los hijos reciben el apellido de su padre, quien a su vez lo recibió del suyo. A principios de la edad moderna - es decir durante la expulsión y la época de mayor actividad de la Inquisición contra los judaizantes - este asunto era tratado de modo muy distinto. Los padres tenían la libertad no solamente de elegir el nombre del hijo, sino también su apellido. De esta forma, podemos ver que dentro de una misma familia podían distintos apellidos - el de la madre, o el te una tía a la cual querían darle el honor, etc. No sólo esto, sino que en dicho sistema administrativo menos organizado no faltaron los casos de personas que por decisión propia se cambiaron su nombre y apellido. Por ejemplo, a partir del principio del siglo XVI bajo el reinado de Carlos V la Casa de Contratación sacó un reglamento según el cual no podían embargase a las colonias en América cristianos nuevos, ni mucho menos personas con antecedentes en el tribunal de la Inquisición. Para evadir dichas leyes - sobre todo en aquellas épocas que se aplicaron rigurosamente - muchos cristianos nuevos optaron por cambiarse el nombre o falsificar sus documentos. Obviamente esto cortaba cualquier lazo existente con el origen judío identificable a través del apellido. Es interesante destacar que incluso en aquellas épocas, resultaba un desafío para las autoridades y los propios individuos comprobar de modo determinante el origen de su ascendencia. Obviamente que entonces la intención era justamente la contraria - comprobar su limpieza de sangre, es decir la ausencia de todo vestigio relacionado a los nuevos cristianos. La pregunta es, ¿si en ese entonces, tal sólo un par de generaciones después de las conversiones era difícil comprobar a ciencia cierta el origen de cada uno, qué podemos esperar en nuestros días, más de medio milenio después? Como causa o consecuencia del interés creciente en la investigación genealógica tras la búsqueda de las raíces judeo-sefaradíes han surgido en los últimos años varios libros y páginas en el Internet que proporcionan listas de apellidos de este tipo. Algunos más serios que otros, en general todos estos proporcionan información muy interesante, en ciertos casos fruto de largas y serias investigaciones. Sin embargo es importante que quien utilice este tipo de listas comprenda el significado de encontrar en ellas un apellido de su familia. Por mencionar algunos ejemplos valdría la pena aludir a una lista que figura al final del libro de Pere Bonnín, Sangre Judía. Este inventario, según lo afirma su autor, fue `sacado de las listas de penitenciados por el Santo Oficio'. Bonnín presenta una lista en orden alfabético donde figuran más de 3000 apellidos. Aceptar los archivos de la Inquisición como fuente para comprobar si alguien tiene sangre judía puede ser una decisión muy controvertida. No solamente que la inmensa mayoría de los penitenciados poseía apellidos adoptados tras el bautismo, sino que aceptar este testimonio es sellar a ojos cerrados las intenciones no siempre transparentes de la Inquisición. ¿Acaso podemos estar seguros que todo aquel que fue juzgado por este cuerpo tendencioso realmente era de origen judío? Esto tal vez es darle a la Inquisición más crédito del que le corresponde. Incluso más completa e impresionante es la lista que se encuentra en un libro dedicado específicamente a este asunto, Dicionário Sefaradi de Sobrenomes, publicado en Brasil en el 2003. Este diccionario no solamente presenta una lista muy amplia de apellidos, sino que también indica la fuente específica en cada caso y hace referencia a algunos personajes históricamente destacados que llevan algunos de estos apellidos. Este diccionario incluye también apellidos de personas que residieron fuera de la península ibérica (es decir que conservaron sus apellidos originales sin haber sido cambiados por el bautismo), pero no hace distinción entre los unos y los otros. Por lo tanto también su uso debe hacerse con cautela. De cualquier forma, encontrar el apellido de alguien entre las largas listas señaladas puede tomarse como una curiosidad pero no como una prueba contundente. Entonces, ¿es acaso imposible determinar el origen judío de alguien a partir de la investigación genealógica? No necesariamente, pero la investigación debe hacerse con cautela y responsabilidad, y tomando en consideración que efectivamente en mucho casos es imposible llegar a una conclusión determinante - por la falta de fuentes y los muchos siglos que han transcurrido desde la época de las conversiones. Ante todo hay que tener en mente que no es suficiente que el apellido haya pertenecido a alguien de origen judío, pues igualmente pudo haber sido el nombre de personas que no lo fueron. Por lo tanto, y en términos ideales, es necesario hacer un árbol genealógico familiar particular, pero la realidad es que en la mayoría de los casos esto es prácticamente imposible. Hay otros indicios que pueden ayudar, como por ejemplo la ubicación geográfica. En algunos casos hubo zonas en donde se adoptaron ciertos apellidos específicos. Por lo tanto, si alguien logra determinar que su familia proviene de este lugar y su apellido es uno de los comúnmente adoptados por los nuevos bautizados, esto significaría un indicio mucho más fiable - pero aun sería un indicio y no una prueba. Existe un ejemplo de 15 apellidos en una zona determinada donde el apellido ciertamente es una seña clara y certera -los chuetas de Mallorca. Pero sin lugar a dudas este es un caso excepcional. No es mi intención frustrar la sincera búsqueda que de modo tan auténtico ha surgido en los últimos años. No me cabe la menor duda que es supremamente valiosa. Lo que sí pretendo es cuestionar la importancia exagerada que se le adjudica a la búsqueda genealógica, como si fuera el único lazo que une a los descendientes del pueblo judío con su legado ancestral. Una verdadera búsqueda de identidad no se puede limitar, o peor aun, frustrar, por los descubrimientos o las dificultades en la investigación genealógica. Creo que es muy positivo si se toma como un primer indicio, pero definitivamente no debería ser el foco central de la atención, como lo es en tantos casos. No sólo porque los resultados son en pocos casos definitivos, sino porque la verdadera búsqueda de los Bnei Anusim es una cuestión de contenido con conlleva a una nueva identidad cuyas raíces se encuentran en el pasado. En este sentido la verdadera indagación debe centrarse en los contenidos del judaísmo, en su legado, su belleza espiritual, su forma de vida, y esto es algo que nunca se podrá encontrar en las listas genealógicas. Para más información consulte: http://www.legadosefardi.net
La pregunta que titula este artículo es posiblemente la más común que llega a nuestras oficinas. Es realmente increíble el despertar general y el creciente número de personas en todo el mundo que se sienten identificadas con el grupo de Bnei Anusim - descendientes de quienes fueron obligados a abandonar el Judaísmo tras las persecuciones de la Inquisición en la Península Ibérica y las colonias españolas y portuguesas. Sin embargo creo que ha llegado el tiempo que se haga un poco de orden y se clarifique este importante tema de los apellido y la verdadera capacidad que tienen estos para iluminar el camino de quienes buscan sus raíces. Cuando era niña mis padres me llevaron a un dermatólogo de apellido Cohen. Mi sorpresa fue al enterarme que no era judío. Es decir, no se consideraba judío, pero para mí y mi familia era obvio que descendía de judíos, pues su apellido claramente es un `apellido judío'. Cuando le preguntamos, nos contó que efectivamente su abuelo o bisabuelo habían sido judíos, pero que a pesar de esto él ya no se sentía parte de este pueblo. Desde que trabajo con Bnei Anusim, y especialmente debido a la cantidad impresionante de personas que se interesan por el origen de sus apellidos, me he preguntado constantemente si el caso del Dr. Cohen - y la claro forma de identificar su ascendencia judía - se podía comparar o igualar al caso de los Bnei Anusim de nuestros días. He llegado a la conclusión contundente que no es así y no me cabe la menor duda que es fundamental para todos los Bnei Anusim y quienes se interesan por este tema, comprender este asunto y su complejidad. Primero que todo, es un error conceptual referirse a los apellidos de los Anusim como `apellidos judíos' o `apellidos de origen judío'. A partir de 1492 en España y 1497 en Portugal dejaron de existir en estos territorios los apellidos judíos, fuera de contadísimas excepciones. Aquellos que tras la expulsión se quedaron en suelo ibérico debieron convertirse al cristianismo. Por lo tanto, los apellidos de los Anusim y sus descendientes son aquellos adoptados tras el bautismo, los cuales casi en su totalidad eran apellidos ya existentes en la sociedad circundante. Por ejemplo, una persona que se convirtió adoptando el apellido Hernandez, ciertamente él y sus descendientes son de origen judío. Sin embargo no se puede deducir que a partir de entonces todo aquel con apellido Hernandez sea de origen judío pues también existen muchos otras familias con dicho apellido que nunca lo fueron. Este panorama se complica mucho más si tomamos en consideración que a diferencia de nuestros días el sistema de era mucho menos organizado. Actualmente es la norma que los hijos reciben el apellido de su padre, quien a su vez lo recibió del suyo. A principios de la edad moderna - es decir durante la expulsión y la época de mayor actividad de la Inquisición contra los judaizantes - este asunto era tratado de modo muy distinto. Los padres tenían la libertad no solamente de elegir el nombre del hijo, sino también su apellido. De esta forma, podemos ver que dentro de una misma familia podían distintos apellidos - el de la madre, o el te una tía a la cual querían darle el honor, etc. No sólo esto, sino que en dicho sistema administrativo menos organizado no faltaron los casos de personas que por decisión propia se cambiaron su nombre y apellido. Por ejemplo, a partir del principio del siglo XVI bajo el reinado de Carlos V la Casa de Contratación sacó un reglamento según el cual no podían embargase a las colonias en América cristianos nuevos, ni mucho menos personas con antecedentes en el tribunal de la Inquisición. Para evadir dichas leyes - sobre todo en aquellas épocas que se aplicaron rigurosamente - muchos cristianos nuevos optaron por cambiarse el nombre o falsificar sus documentos. Obviamente esto cortaba cualquier lazo existente con el origen judío identificable a través del apellido. Es interesante destacar que incluso en aquellas épocas, resultaba un desafío para las autoridades y los propios individuos comprobar de modo determinante el origen de su ascendencia. Obviamente que entonces la intención era justamente la contraria - comprobar su limpieza de sangre, es decir la ausencia de todo vestigio relacionado a los nuevos cristianos. La pregunta es, ¿si en ese entonces, tal sólo un par de generaciones después de las conversiones era difícil comprobar a ciencia cierta el origen de cada uno, qué podemos esperar en nuestros días, más de medio milenio después? Como causa o consecuencia del interés creciente en la investigación genealógica tras la búsqueda de las raíces judeo-sefaradíes han surgido en los últimos años varios libros y páginas en el Internet que proporcionan listas de apellidos de este tipo. Algunos más serios que otros, en general todos estos proporcionan información muy interesante, en ciertos casos fruto de largas y serias investigaciones. Sin embargo es importante que quien utilice este tipo de listas comprenda el significado de encontrar en ellas un apellido de su familia. Por mencionar algunos ejemplos valdría la pena aludir a una lista que figura al final del libro de Pere Bonnín, Sangre Judía. Este inventario, según lo afirma su autor, fue `sacado de las listas de penitenciados por el Santo Oficio'. Bonnín presenta una lista en orden alfabético donde figuran más de 3000 apellidos. Aceptar los archivos de la Inquisición como fuente para comprobar si alguien tiene sangre judía puede ser una decisión muy controvertida. No solamente que la inmensa mayoría de los penitenciados poseía apellidos adoptados tras el bautismo, sino que aceptar este testimonio es sellar a ojos cerrados las intenciones no siempre transparentes de la Inquisición. ¿Acaso podemos estar seguros que todo aquel que fue juzgado por este cuerpo tendencioso realmente era de origen judío? Esto tal vez es darle a la Inquisición más crédito del que le corresponde. Incluso más completa e impresionante es la lista que se encuentra en un libro dedicado específicamente a este asunto, Dicionário Sefaradi de Sobrenomes, publicado en Brasil en el 2003. Este diccionario no solamente presenta una lista muy amplia de apellidos, sino que también indica la fuente específica en cada caso y hace referencia a algunos personajes históricamente destacados que llevan algunos de estos apellidos. Este diccionario incluye también apellidos de personas que residieron fuera de la península ibérica (es decir que conservaron sus apellidos originales sin haber sido cambiados por el bautismo), pero no hace distinción entre los unos y los otros. Por lo tanto también su uso debe hacerse con cautela. De cualquier forma, encontrar el apellido de alguien entre las largas listas señaladas puede tomarse como una curiosidad pero no como una prueba contundente. Entonces, ¿es acaso imposible determinar el origen judío de alguien a partir de la investigación genealógica? No necesariamente, pero la investigación debe hacerse con cautela y responsabilidad, y tomando en consideración que efectivamente en mucho casos es imposible llegar a una conclusión determinante - por la falta de fuentes y los muchos siglos que han transcurrido desde la época de las conversiones. Ante todo hay que tener en mente que no es suficiente que el apellido haya pertenecido a alguien de origen judío, pues igualmente pudo haber sido el nombre de personas que no lo fueron. Por lo tanto, y en términos ideales, es necesario hacer un árbol genealógico familiar particular, pero la realidad es que en la mayoría de los casos esto es prácticamente imposible. Hay otros indicios que pueden ayudar, como por ejemplo la ubicación geográfica. En algunos casos hubo zonas en donde se adoptaron ciertos apellidos específicos. Por lo tanto, si alguien logra determinar que su familia proviene de este lugar y su apellido es uno de los comúnmente adoptados por los nuevos bautizados, esto significaría un indicio mucho más fiable - pero aun sería un indicio y no una prueba. Existe un ejemplo de 15 apellidos en una zona determinada donde el apellido ciertamente es una seña clara y certera -los chuetas de Mallorca. Pero sin lugar a dudas este es un caso excepcional. No es mi intención frustrar la sincera búsqueda que de modo tan auténtico ha surgido en los últimos años. No me cabe la menor duda que es supremamente valiosa. Lo que sí pretendo es cuestionar la importancia exagerada que se le adjudica a la búsqueda genealógica, como si fuera el único lazo que une a los descendientes del pueblo judío con su legado ancestral. Una verdadera búsqueda de identidad no se puede limitar, o peor aun, frustrar, por los descubrimientos o las dificultades en la investigación genealógica. Creo que es muy positivo si se toma como un primer indicio, pero definitivamente no debería ser el foco central de la atención, como lo es en tantos casos. No sólo porque los resultados son en pocos casos definitivos, sino porque la verdadera búsqueda de los Bnei Anusim es una cuestión de contenido con conlleva a una nueva identidad cuyas raíces se encuentran en el pasado. En este sentido la verdadera indagación debe centrarse en los contenidos del judaísmo, en su legado, su belleza espiritual, su forma de vida, y esto es algo que nunca se podrá encontrar en las listas genealógicas. Para más información consulte: http://www.legadosefardi.net