Friday, December 30, 2005
Bnei Anusim en la actualidad
BNEI ANUSIM
INFORME SOBRE BEN-ANUSIM EN SEVILLA
Jose Palma
Sobre el número de judíos que forzados por la violencia y las presiones constantes sobre sus vidas optaron por la conversión antes que por la expulsión y el exilio en 1492, hay variedad de opiniones de los investigadores acerca de las cifras. En referencia a la zona geográfica del sur-oeste español, es decir, los territorios más o menos coincidentes con las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, era de alta densidad de población judía. La judería de Sevilla estaba entre las mayores, si no la mayor, de España hasta 1482 y la ciudad hispalense era en aquella época una de las mayores del Occidente. Ya existía por aquellos tiempos un número de anusim importante tras la violencia y la devastación –de cuatro mil muertos habla la crónica de Ayala- de 1391. De esto cabría deducir que Sevilla, y los territorios aludidos de España deben tener una significativa población de ascendencia anusim, comparada con el resto del país. La dispersión de muchos de ellos por las antiguas colonias debió hacerse en gran medida desde los puertos de Sevilla y Cádiz, y en general desde el litoral occidental andaluz y portugués (Faro, en el Algarve).
El tristemente célebre arcediano de Écija no hizo sino incendiar en las calles el espíritu de un sector numeroso e importante de la jerarquía eclesiástica, que a finales del siglo XIV no quería otra cosa que la destrucción física y la total desaparición del judío, no sólo su marginación. Un número importante de la población afectada, con el objetivo de salvar sus vidas y las de los suyos tuvieron que hacer profesión de la fe que se les imponía con violencia extrema, entre ellos muchos se dispersaron por pueblos y aldeas, enclaves en zonas marginales, fronterizas o de paso. Las prédicas, la permanente manifestación de un odio insaciable, fueron calando en la población y comenzó a incorporarse a la cultura popular manifestándose en leyendas, proverbios, expresiones coloquiales, costumbres, etc. En tierras andaluzas era notable, como decíamos, la presencia de anusim, particularmente Sevilla. Con la llegada a la ciudad a finales de 1480 de los primeros inquisidores, auténticos heraldos del terror, se anuncia una etapa de persecuciones brutales que se extendieron al resto de la región. Andrés Bernáldez, que fue testigo de esta espiral vertiginosa, cuantifica en 8.000 los anusim que tienen que huir de Sevilla. La siembra de este odio y la cosecha de sus amargos frutos llegaron como el eco terrible de una catástrofe a los rincones más apartados del país, dejando una herida profunda cuya cicatriz imborrable portaron en sus vidas y sus memorias las generaciones futuras. Entre el Atlántico, Portugal, Extremadura y Sevilla, en Puebla de Guzmán, provincia de Huelva, donde nací, aún daba los últimos coletazos en los últimos cincuenta y primeros años sesenta, cuando aún era un chiquillo, la costumbre bárbara de “matar a los judas” el domingo llamado “de resurrección”, colofón de la semana que conmemora la pasión y muerte de Jesús de Galilea. Y aún recuerdo el ánimo de mi madre, entre el disgusto y el miedo, cuando al intentar corregir las rebeldías de mi adolescencia y de mi primera juventud me reprendía con la expresión “hijo, con la iglesia y la inquisición, chitón.” El silencio y la ocultación amasados en un latente miedo ha sido la materia que ha conformado las vidas de muchos españoles a lo largo del tiempo.
El trasiego de judíos y anusim entre España y Portugal, en ambas direcciones, originó situaciones de gran complejidad que suscitaron nuevas y redobladas tensiones en las zonas de refugio. Con el paso del tiempo la presencia del cristiano nuevo, del converso, del anusim, siempre sospechoso de herejía judaizante, en rebeliones como la que se produjo en Valladolid, en 1516, contra el cardenal Cisneros, según lo explicó Gutiérrez Nieto, o la de la guerra de las Comunidades en tiempos del rey y emperador Carlos I, fue patente. El autoritarismo despiadado y la crueldad de la inquisición no consumieron la hoguera del odio a los judíos y a los anusim. En estas circunstancias, la práctica secreta desgajada de su fuente, fue desfigurando y desdibujando la fe de nuestros antepasados, resuelta en un empobrecimiento progresivo y paralelo a la exposición contaminante de las concepciones cristianas. Para Israel S. Revàh aquella fe secreta a la que llamó “judaísmo potencial” se sostenía sobre el rechazo del catolicismo, el sentimiento de pertenencia a la misma Ley y a la esperanza puesta en el Mesías. Manifestación, pues, de una voluntad decidida de ser y pertenecer a una comunidad más amplia, a un pueblo.
Bien, pues desde los Abolafia o Abulafia, pasando por los Abcassis, Acevedo, Adam o Adame, Ayerbe, Badía, Bon, Bosque, Bueno, Bejarano, Caro, Castellano, Castillo, Centeno, Cepeda, hasta los Macías, Palma, Pereira, Ponce, Prado, Santos, o Úbeda, Vera, Vida, Zambrano, Zaragoza, Zarco, Zayas, etc. El listín de teléfonos sólo de la capital sevillana abunda en apellidos que el periodista e investigador chueta Pere Bonnín recogió en su libro “Sangre judía” (1998), sacados de las listas de penitenciados por la inquisición, de los censos de las juderías y de otras fuentes documentales. Por tanto, todos estos apellidos eran llevados por personas judías u obligadas y forzadas a la conversión por temor a las consecuencias de su negativa y posteriormente encausadas por la inquisición bajo la acusación de judaizantes.
En este discurrir hasta la actualidad, la conciencia histórica sobre estas cuestiones es muy desigual entre la población e igualmente entre los representantes públicos, mientras algunos, sobre todo desde las corporaciones locales, apoyan de forma más abierta y decidida iniciativas de tipo histórico y cultural como el desarrollo de la Red de Juderías, incluyendo a las propias ciudades y poblaciones en la misma, alentando propuestas acerca de la recuperación para la memoria de barrios, zonas urbanas o edificios de raigambre judía, promoviendo semanas culturales, ciclos de conferencias, y un largo etcétera, otros parecen impermeables a estas inquietudes. En Andalucía, tenemos actitudes positivas reflejadas en Córdoba, Jaén, Santa Olalla del Cala (Huelva), … y, paradójicamente, menos –por no decir nada- en Sevilla, ciudad que como sabemos no sólo fue un gran centro de la vida judía de España, sino también, una vez destruida esta, de -en la terminología de la época- “cristianos nuevos” tanto de origen español como portugués. Es difícil en consecuencia determinar el número de ben-anusim, y sólo un estudio exhaustivo y pormenorizado de las genealogías familiares nos podrían llevar a través del Registro Civil, los registros parroquiales y diferentes archivos a acercarnos a los avatares de la pequeña historia de tantas y tantas personas anónimas que soportaron con su sufrimiento el peso de la historia que se escribe con mayúsculas en la narración de los grandes acontecimientos. Hay grandes trabajos de investigación muy documentados para Sevilla, como el de Juan Gil “Los conversos y la inquisición sevillana” publicado por la Universidad de Sevilla y la Fundación El Monte en el año 2000.
No hay según todo lo anterior en la ciudad de Sevilla ninguna asociación específica de ben-anusim de la que se tenga conocimiento. Sin embargo, tenemos la Fundación Legado Sefardí-Asociación Sevilla-Sefarad dirigida por Uriel Valls (www.legadosefardi.org) que es una “asociación cultural, sin ánimo de lucro, legalmente constituida, que trabaja por fomentar las relaciones entre las culturas española y judía, por recuperar y mantener vivo el legado Sefardí en Andalucía, especialmente en Sevilla, y darlo a conocer al mundo entero.” La referida asociación tiene muy buenos amigos en el periodismo local, entre algunos escritores y los departamentos de historia medieval y moderna y contemporánea de España de la Universidad Hispalense. Dedica sus esfuerzos y su tiempo a la celebración de ciclos de conferencias y a la presentación de libros, eventos como una exposición sobre la Shoáh, a la visita guiada por los actuales barrios de San Bartolomé y Santa Cruz que ocupaba la antigua judería sevillana para grupos de personas interesadas, al diálogo con colegios e institutos de enseñanza media para establecer puentes de colaboración y cooperación entre alumnos españoles e israelíes, a la cooperación con otras asociaciones y organismos públicos y privados en la difusión de la historia y la cultura de la España sefardí, y a la apelación, con constancia y sin desmayo, a las autoridades municipales para que la rica herencia de la Sevilla judía no se pierda para las actuales y venideras generaciones. Sería una gran alegría que al calor de la Asociación nuevas conciencias ben-anusim se despertaran y se abrieran a la luz de la Toráh y encararan su propia historia como una parte cercenada que debe integrarse al corazón del pueblo judío, pero tendremos que ser pacientes, pues siglos de ominosa propaganda y de encarnizadas persecuciones judeófobas movidas por un odio oscuro e irracional en España no son tinieblas fáciles de disipar. No obstante, aquí estamos dispuestos y con ánimo, y en esa tarea nos van a encontrar.
INFORME SOBRE BEN-ANUSIM EN SEVILLA
Jose Palma
Sobre el número de judíos que forzados por la violencia y las presiones constantes sobre sus vidas optaron por la conversión antes que por la expulsión y el exilio en 1492, hay variedad de opiniones de los investigadores acerca de las cifras. En referencia a la zona geográfica del sur-oeste español, es decir, los territorios más o menos coincidentes con las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, era de alta densidad de población judía. La judería de Sevilla estaba entre las mayores, si no la mayor, de España hasta 1482 y la ciudad hispalense era en aquella época una de las mayores del Occidente. Ya existía por aquellos tiempos un número de anusim importante tras la violencia y la devastación –de cuatro mil muertos habla la crónica de Ayala- de 1391. De esto cabría deducir que Sevilla, y los territorios aludidos de España deben tener una significativa población de ascendencia anusim, comparada con el resto del país. La dispersión de muchos de ellos por las antiguas colonias debió hacerse en gran medida desde los puertos de Sevilla y Cádiz, y en general desde el litoral occidental andaluz y portugués (Faro, en el Algarve).
El tristemente célebre arcediano de Écija no hizo sino incendiar en las calles el espíritu de un sector numeroso e importante de la jerarquía eclesiástica, que a finales del siglo XIV no quería otra cosa que la destrucción física y la total desaparición del judío, no sólo su marginación. Un número importante de la población afectada, con el objetivo de salvar sus vidas y las de los suyos tuvieron que hacer profesión de la fe que se les imponía con violencia extrema, entre ellos muchos se dispersaron por pueblos y aldeas, enclaves en zonas marginales, fronterizas o de paso. Las prédicas, la permanente manifestación de un odio insaciable, fueron calando en la población y comenzó a incorporarse a la cultura popular manifestándose en leyendas, proverbios, expresiones coloquiales, costumbres, etc. En tierras andaluzas era notable, como decíamos, la presencia de anusim, particularmente Sevilla. Con la llegada a la ciudad a finales de 1480 de los primeros inquisidores, auténticos heraldos del terror, se anuncia una etapa de persecuciones brutales que se extendieron al resto de la región. Andrés Bernáldez, que fue testigo de esta espiral vertiginosa, cuantifica en 8.000 los anusim que tienen que huir de Sevilla. La siembra de este odio y la cosecha de sus amargos frutos llegaron como el eco terrible de una catástrofe a los rincones más apartados del país, dejando una herida profunda cuya cicatriz imborrable portaron en sus vidas y sus memorias las generaciones futuras. Entre el Atlántico, Portugal, Extremadura y Sevilla, en Puebla de Guzmán, provincia de Huelva, donde nací, aún daba los últimos coletazos en los últimos cincuenta y primeros años sesenta, cuando aún era un chiquillo, la costumbre bárbara de “matar a los judas” el domingo llamado “de resurrección”, colofón de la semana que conmemora la pasión y muerte de Jesús de Galilea. Y aún recuerdo el ánimo de mi madre, entre el disgusto y el miedo, cuando al intentar corregir las rebeldías de mi adolescencia y de mi primera juventud me reprendía con la expresión “hijo, con la iglesia y la inquisición, chitón.” El silencio y la ocultación amasados en un latente miedo ha sido la materia que ha conformado las vidas de muchos españoles a lo largo del tiempo.
El trasiego de judíos y anusim entre España y Portugal, en ambas direcciones, originó situaciones de gran complejidad que suscitaron nuevas y redobladas tensiones en las zonas de refugio. Con el paso del tiempo la presencia del cristiano nuevo, del converso, del anusim, siempre sospechoso de herejía judaizante, en rebeliones como la que se produjo en Valladolid, en 1516, contra el cardenal Cisneros, según lo explicó Gutiérrez Nieto, o la de la guerra de las Comunidades en tiempos del rey y emperador Carlos I, fue patente. El autoritarismo despiadado y la crueldad de la inquisición no consumieron la hoguera del odio a los judíos y a los anusim. En estas circunstancias, la práctica secreta desgajada de su fuente, fue desfigurando y desdibujando la fe de nuestros antepasados, resuelta en un empobrecimiento progresivo y paralelo a la exposición contaminante de las concepciones cristianas. Para Israel S. Revàh aquella fe secreta a la que llamó “judaísmo potencial” se sostenía sobre el rechazo del catolicismo, el sentimiento de pertenencia a la misma Ley y a la esperanza puesta en el Mesías. Manifestación, pues, de una voluntad decidida de ser y pertenecer a una comunidad más amplia, a un pueblo.
Bien, pues desde los Abolafia o Abulafia, pasando por los Abcassis, Acevedo, Adam o Adame, Ayerbe, Badía, Bon, Bosque, Bueno, Bejarano, Caro, Castellano, Castillo, Centeno, Cepeda, hasta los Macías, Palma, Pereira, Ponce, Prado, Santos, o Úbeda, Vera, Vida, Zambrano, Zaragoza, Zarco, Zayas, etc. El listín de teléfonos sólo de la capital sevillana abunda en apellidos que el periodista e investigador chueta Pere Bonnín recogió en su libro “Sangre judía” (1998), sacados de las listas de penitenciados por la inquisición, de los censos de las juderías y de otras fuentes documentales. Por tanto, todos estos apellidos eran llevados por personas judías u obligadas y forzadas a la conversión por temor a las consecuencias de su negativa y posteriormente encausadas por la inquisición bajo la acusación de judaizantes.
En este discurrir hasta la actualidad, la conciencia histórica sobre estas cuestiones es muy desigual entre la población e igualmente entre los representantes públicos, mientras algunos, sobre todo desde las corporaciones locales, apoyan de forma más abierta y decidida iniciativas de tipo histórico y cultural como el desarrollo de la Red de Juderías, incluyendo a las propias ciudades y poblaciones en la misma, alentando propuestas acerca de la recuperación para la memoria de barrios, zonas urbanas o edificios de raigambre judía, promoviendo semanas culturales, ciclos de conferencias, y un largo etcétera, otros parecen impermeables a estas inquietudes. En Andalucía, tenemos actitudes positivas reflejadas en Córdoba, Jaén, Santa Olalla del Cala (Huelva), … y, paradójicamente, menos –por no decir nada- en Sevilla, ciudad que como sabemos no sólo fue un gran centro de la vida judía de España, sino también, una vez destruida esta, de -en la terminología de la época- “cristianos nuevos” tanto de origen español como portugués. Es difícil en consecuencia determinar el número de ben-anusim, y sólo un estudio exhaustivo y pormenorizado de las genealogías familiares nos podrían llevar a través del Registro Civil, los registros parroquiales y diferentes archivos a acercarnos a los avatares de la pequeña historia de tantas y tantas personas anónimas que soportaron con su sufrimiento el peso de la historia que se escribe con mayúsculas en la narración de los grandes acontecimientos. Hay grandes trabajos de investigación muy documentados para Sevilla, como el de Juan Gil “Los conversos y la inquisición sevillana” publicado por la Universidad de Sevilla y la Fundación El Monte en el año 2000.
No hay según todo lo anterior en la ciudad de Sevilla ninguna asociación específica de ben-anusim de la que se tenga conocimiento. Sin embargo, tenemos la Fundación Legado Sefardí-Asociación Sevilla-Sefarad dirigida por Uriel Valls (www.legadosefardi.org) que es una “asociación cultural, sin ánimo de lucro, legalmente constituida, que trabaja por fomentar las relaciones entre las culturas española y judía, por recuperar y mantener vivo el legado Sefardí en Andalucía, especialmente en Sevilla, y darlo a conocer al mundo entero.” La referida asociación tiene muy buenos amigos en el periodismo local, entre algunos escritores y los departamentos de historia medieval y moderna y contemporánea de España de la Universidad Hispalense. Dedica sus esfuerzos y su tiempo a la celebración de ciclos de conferencias y a la presentación de libros, eventos como una exposición sobre la Shoáh, a la visita guiada por los actuales barrios de San Bartolomé y Santa Cruz que ocupaba la antigua judería sevillana para grupos de personas interesadas, al diálogo con colegios e institutos de enseñanza media para establecer puentes de colaboración y cooperación entre alumnos españoles e israelíes, a la cooperación con otras asociaciones y organismos públicos y privados en la difusión de la historia y la cultura de la España sefardí, y a la apelación, con constancia y sin desmayo, a las autoridades municipales para que la rica herencia de la Sevilla judía no se pierda para las actuales y venideras generaciones. Sería una gran alegría que al calor de la Asociación nuevas conciencias ben-anusim se despertaran y se abrieran a la luz de la Toráh y encararan su propia historia como una parte cercenada que debe integrarse al corazón del pueblo judío, pero tendremos que ser pacientes, pues siglos de ominosa propaganda y de encarnizadas persecuciones judeófobas movidas por un odio oscuro e irracional en España no son tinieblas fáciles de disipar. No obstante, aquí estamos dispuestos y con ánimo, y en esa tarea nos van a encontrar.