Tuesday, October 31, 2006

Libérate de añorar lo que es tiempo de superar

Shalóm, Javerím

Seguimos aprovechando el breve receso en la edición de Matók MiDvásh, para dotar de bases más sólidas y luminosas a nuestra Comunidad de Toráh. Por lo pronto, quien navegue por los diferentes cursos, observará que hay cada vez más shiurím grabados en VIDEO, tanto en español como en hebreo; a la vez, estamos rediseñando algunas secciones, preparándonos para inaugurar algunas nuevas, y completando la nueva versión de nuestra radio on-demand de Toráh....,

El desafío de seguir incorporando áreas temáticas y tecnología a nuestra Comunidad de Toráh torna más urgente que nunca arribar a una solución para el déficit crónico que el proyecto sufre; con un servidor enorme completo y otro compartido a su servicio, EduPlanet.

Network tiene a disposición general, por ejemplo, más de 50 Gb en archivos de audio y video de clases y conferencias en tres idiomas, y sirvió, sólo en el último mes, más de 500 gigabytes de información. Es una enorme bendición la presencia constante de javerím dentro de la Comunidad de Toráh todos los días, y sentimos profundamente la responsabilidad de poder acogerles y recibirles, y proveerles la oportunidad de estudiar del mejor modo las distintas facetas de nuestra sagrada Toráh, con la tecnología más avanzada dispuesta del modo más eficaz, y con la atención personal y el calor humano de que intentamos dotar siempre a nuestra labor. Hay más novedades en camino. Muy pronto, con ayuda de Hashém, estaremos inaugurando KolIsrael.TV, que contará puramente con contenidos en video de alta calidad en actualización constante, proveyendo esa verdadera "Kol Israel", la verdadera voz eterna de Israel, del modo en que está llamada a modificar para bien, hoy como siempre, nuestra realidad. El sitio periodístico de Hasbaráh www.KolIsrael.info sigue entretanto creciendo día a día gracias a la excelente gestión de Fabián Spagnoli, y también prepara alguna pequeña sorpresa tecnológica.

Esta semana, parashát Nóaj viene a hablarnos de lo que nos está sucediendo: de cómo opera esa mecánica perversa que hace que los enemigos nos "pierdan el respeto" y se atrevan a atacarnos cruelmente sin temor; hemos referido el tema en nuestro estudio escrito de Zohar, y lo hemos ampliado en nuestra clase semanal de Zohar, disponible en video. Nos ha llamado la atención que la palabra "Jamás" (jet-mem-samej) que alude al robo y a la expoliación en el hebreo de la Toráh, aparece en nuestra parasháh como factor determinante del Diluvio. La tierra "se ha llenado de Jamás", dice Hashém en la Toráh, y por tanto, es irrescatable: hay que producir un nuevo inicio. Seguramente, si la humanidad hubiera enmendado su conducta, si hubieran emprendido la Teshuváh, el retorno a la senda del Bien señalada por el Creador, no habría habido Diluvio. Hay un lapso de espera, de suspenso en que nada ocurre, entre que se llenó la tierra de Jamás y que sobreviene el Diluvio; y durante ese suspenso breve, es posible modificar la realidad, es posible evitar que se cumpla la sentencia ya firmada. Es posible salvarse. El Diluvio se llama en hebreo "hamabúl" (hei-mem-bet-vav-lamed), cuyo valor numérico 83 equivale al de la palabra "Jezballah" en la ortografía hebrea más cercana a la pronunciación árabe: hei-zain-bet-Alef-lamed-lamed-hei. Tenemos, entonces, al Jamás que avanza hasta abrir la brecha moral por la que se desencadena el "Diluvio" de Jezballah sobre nosotros. Tras el Diluvio, se halla Irán, cuyo nombre 'ain-iod-reish-Alef-nun tiene el valor numérico del "sheOl", el infierno de la interrogancia, el estado de negación de toda Verdad y de máximo ocultamiento de la Luz.
Como entonces, como siempre, se halla en nuestras manos la opción y a nuestro arbitrio la elección de por qué camino continuará desarrollándose la realidad. Estamos a tiempo del tikún, de la enmienda espiritual que el Shalóm requiere. Cada quien, desde quien es y donde está, tiene un rol en la expansión de Luz de Toráh para producir felicidad, para producir amor y justicia, para producir la GueUláh. Cada quien tiene herramientas en su mano que para dicho objeto le fueron concedidas. Quiera Hashém que sepamos utilizarlas, y que la fuerza nunca nos falte mientras la labor sagrada convoque a nuestras manos.Libérate de añorar lo que es tiempo de superar.
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No hubo jamás soledad más profunda, y tampoco más confortada, que la de Nóaj -Noé-, tanto durante los preámbulos del gran diluvio universal, mientras construía su arca, como después, inmediatamente después... al desembarcar en tierra nueva y firme, solo él con su esposa y sus hijos y sus nueras y los animales que había rescatado, solos ellos en el planeta que se entregaba blando y dolido a sus ojos y a sus manos.
Tras que Hashém le advirtiera que la vida sobre la tierra, a excepción de sí mismo y cuanto le acompañaría, sería aniquilada, Nóaj dispuso de largos años para construir su "teiváh": en hebreo, "teiváh" es tanto "arca" como fonema = palabra. Una obra de tamaño colosal en que la palabra (hemos visto en parashát Bereshít que el hombre es llamado "nefesh memalelá", "espíritu parlante") se salvaría de la catástrofe global, para dar a la Creación una segunda oportunidad.
Nóaj estaba solo, en medio de una civilización que, tras apenas diez generaciones del mundo, se había vuelto miope y egoísta, ciega de las alturas, incapaz por completo de enmendarse a sí misma. Una generación que le vio por años advertir de la catástrofe, siquiera por vía de la evidencia tácita de su actividad: plantó los árboles, los cultivó, los cortó, preparó la madera, construyó la nave de tamaño colosal... y aún así, esa generación no fue capaz de dejar cada uno de cuidar por su propia parcela en desmedro del vecino y de la oportunidad común. Explica Rash"i (Bereshít -Génesis- 6:13) que es precisamente el "jhamás" (en hebreo: la forma sutil de robar que consiste en adquirir lo que pertenece a otro, contra la voluntad de su propietario, y al precio que el comprador determina - nótese el germen semántico de la organización que lleva hoy el nombre de "Hamás"), el pecado más generalizado de esa generación, por el cual se tornaron impasibles de toda enmienda.
Sobrevino entonces el diluvio; se elevaron las aguas hasta más de seis metros por encima de las cumbres más altas, anegando todas las formas de vida sobre la tierra. Nóaj y los suyos, y los animales que llevaba, navegaban sobre las aguas dentro del arca, cuyo techo "a dos aguas" les mantenía a resguardo de la lluvia. A la culminación del diluvio, tras encallar en el monte Ararát, tras enviar a la paloma una vez y verla retornar por no haber hallado sobre qué posarse, tras enviarla de nuevo y recibirla con una rama de olivo en el pico (y desde entonces, la rama de olivo será símbolo de paz entre el Cielo y la tierra), tras enviarla una tercera y comprobar con satisfacción que, habiendo hallado la paloma un mundo entero en que retozar a sus anchas ya no volvería al arca, recibe Nóaj la orden de Hashém de descender del arca, de la "teiváh"; de portar consigo la palabra, para decirla otra vez sobre la tierra.
Desciende, y construye un "mizbéaj", un altar. Nóaj está completamente solo y porta consigo los recuerdos de cuanto ya no es. Podríamos imaginarlo diciéndose, melancólicamente: "En este valle estaba la casa de la familia Fulano...", y nada hay ahora que permita distinguir a este valle de los otros que lo circundan, ni que permita evocar una historia que ha sido arrancada de la tierra y guardada en la palabra, en la memoria que se enuncia en la Toráh para enseñar y prevenir a los hombres. Pero Nóaj no hace eso; no cede a la tentación de la nostalgia.
La evocación nostalgiosa de lo que nunca debió ser es una trampa mortal. Y quien se salvara del diluvio, debía estar exento del peligro de caer en ella. Quien, desde una vida de bien y bendición, se deja tentar por cualquier evocación emparentada con el mal (quien, tras haber enmendado su camino, se permite añorar instantes de una vida anterior que, aún no siendo sustancialmente "malos", forman parte de un contexto sólo posible en un camino sustentado en cimientos falsos), en esa evocación, convoca para sí la tentación del mal, da de su propia fuerza a los instintos del mal para que se aferren a él y le conviertan en instrumento de su acción.
Nuestros sabios establecen severos cuestionamientos acerca de la singularidad de Nóaj, acerca de las cualidades que le habilitaron a ser el único sobreviviente de la masacre universal, y con ello, el germen de una nueva humanidad. Arguyen, por ejemplo, que a diferencia de Abrahám, que diez generaciones más tarde intentaría disuadir a Hashém de destruir Sdóm -Sodoma- y Amoráh -Gomorra- bajo la sospecha de que hubiera al menos diez hombres justos entre sus pobladores, nada hizo Nóaj por disuadir al Creador de su designio de exterminación total. Arguyen que, a diferencia de Ionáh -Jonás-, que fue por fin a Níniveh para impartir a sus pobladores la necesidad de arrepentimiento y de retorno al camino del bien para que fueran absueltos de la sentencia que pesaba sobre ellos, Nóaj no predicó entre su generación la oportunidad de salvación.
Pero Nóaj -se nos dice al inicio de nuestra parasháh (Bereshít -Génesis- 6:9)- era un "Ish tsadík tamím", un hombre justo e inocente, que caminaba por la vida bajo la guía de Hashém. Vivía en la respuesta, y por consiguiente, carecía de toda necesidad de preguntar, de cuestionar. Asumía su realidad presente como bendita bajo cualquier condición, y de ello derivaba el no poder ser sino justo, sino piadoso; y el no cuestionar los designios de Hashém. Nada tendría para añorar, por consiguiente, una vez pasado el diluvio, sabedor de que la bendición residía en conectarse de modo infalible con la fuente de la vida y de la bendición, en ser sagrado, y caminar la vida cual si un canal inefable le comunicara constantemente con la fuente de toda realidad. De ese modo, el canal inefable se producía efectivamente, y Nóaj se encontraba a salvo de ilusión y desilusión por igual: se encontraba a salvo de la mentira. Acaso, su impermeabilidad a toda tentación de evocar el mal una vez extirpado éste de la tierra, haya sido la condición determinante de convertirse en "el hombre elegido" para perpetuar la palabra y la vida sobre la tierra.
Nóaj, entonces, completamente solo en una realidad nueva de la que Hashém le ha hecho responsable, desciende del arca, pisa la tierra, y acude inmediatamente a la verdadera "compañía", a la única fuente de sustento. Hoy en día, en los tiempos difíciles que vivimos, los judíos reavivamos nuestras fuerzas cantando que "no hay en quien apoyarnos, sino en el Padre Celestial"; y tal supo Nóaj claramente al desembarcar. Y por consiguiente, en lugar de entregarse a una contemplación ya eufórica o melancólica del mundo que le pertenecía, construyó un altar sobre el que elevó ofrendas, que despertaron para siempre la misericordia de Hashém (Bereshít -Génesis- 8:21).
Hashém pone todo en manos de Nóaj y de su descendencia: la tierra, los animales, las aves, los peces. La condición es que los hombres sean "creadores", responsables de la Creación, en sociedad y a semejanza del Creador. Que respondan a las leyes verdaderas a que está condicionada la Creación, para que ésta persista, y para que el mundo inferior, desarraigado de su fuente, se reúna con ella en plenitud de amor y de Shalóm en el final del camino y de los tiempos.
Para ello, Hashém entrega a Nóaj un camino enmarcado en siete mitsvót, siete leyes fundamentales, que hasta el día de hoy llamamos "las 7 mitsvót de Bnei-Nóaj", los siete preceptos que rigen sobre toda la humanidad. En primer término, la prohibición de la idolatría: el hombre debe reflejarse en el Creador, en el Absoluto y Eterno; debe sumirse a lo Ilimitado y no a ninguna creación de Hashém; debe conectarse con la Cima, y abstenerse de postular techos intermedios que obstaculicen su acceso a la verdadera luz. La contrapartida de este precepto es el de creer con fe plena en Hashém, sujetarse al Creador con esa "inocencia" que hizo de Nóaj el germen de una nueva humanidad.
También rige sobre todos los hombres la obligación de establecer cortes de justicia; ésto es: de asegurar el cumplimiento de las leyes fundamentales que dan al hombre dignidad de tal. Y entre estas leyes por las que las cortes de justicia deben velar, se establece la prohibición del asesinato, la prohibición del incesto y el adulterio, la prohibición del robo, y la de comer carne de un animal vivo. Tales, en apretadísima síntesis que merece detalladas explicaciones en otro contexto, las leyes Divinas que rigen desde aquel entonces para toda la humanidad.
Y se convirtió Nóaj en "hombre de tierra".....: cultivó una viña, y cuando estuvo pronto su vino, bebió y se emborrachó; y mientras dormía, fue víctima del impudor de su hijo Jam, en tanto su hijo Shem (de cuyo nombre sale el patronímico "semita") secundado por Iáfet, le cubrieron púdicamente absteniéndose de ver su desnudez. Este es el episodio paradigmático que da lugar a la maldición que pesa sobre Jam y su descendencia, para todo el tiempo del mundo.
Mas un par de generaciones más tarde, reinaba Nimród, nieto de Jam, bajo cuyo mando apuraron los hombres una decisión desorbitada.
Había un designio que pesaba ya sobre la humanidad. Había una enmienda trascendental que realizar a la transgresión original de Adám. Y había, tras la generación de Nóaj, tres vertientes, nacidas de Shem, Jam y Iáfet, que debían diferentes tikuním, enmiendas, misiones vitales. De Shém nacería, entre otros, Israel, sagrado entre las naciones. De Iáfet, Grecia, Media y otros pueblos. Y los hijos de Jám deberían enmendar la impudicia de su matriz (de la acción impúdica de Jam), y pesaría sobre ellos -especialmente sobre los hijos de Cná'an hijo de Jam- una maldición eterna de sometimiento (esta "maldición de sometimiento" enunciada por el propio Nóaj, debe ser comprendida como un dictamen que auxiliaría a la descendencia de Jam a obtener su enmienda: visto que su naturaleza les compelía a actuar con desvergüenza e impudor si disfrutaban de libertad, Nóaj dictaminó sobre ellos que estuviesen sometidos a los hijos de Shem y Iáfet que serían respetuosos de Hashém y buscarían dirigir sus vidas por los caminos del bien y la Verdad).
Por lo pronto, era Nimród, nieto de Jam, el rey del mundo; y bajo su mando, decidieron los suyos rebelarse al Creador. Y dijeron: "nos haremos un shem"; que es, a una vez, hacerse un "nombre" ("shem" significa "nombre"), y también, usurpar el lugar de Shem, el lugar de la bendición y la sacralidad. Decidieron rebelarse a su condición y, a diferencia de Nóaj, evocar -convocar- la oscura realidad del caos que hizo lugar a la necesidad imperiosa del diluvio. Su intento era el de la materia sometiendo al espíritu, el de los bajos instintos sobreponiéndose a la condición espiritual del alma. Decidieron hacer una torre cuya cima sustituyera al paradigma del cielo a los ojos de los hombres. Una torre de cuya magnificencia se desprendiera haber alcanzado la cualidad de dioses, y estar habilitados, por consiguiente, para prescindir del Creador. Buscaron reunir a toda la humanidad, a "toda la palabra del mundo", alrededor de un poder único y totalitario, que sustituyera ante los hombres a la presencia de Hashém.
Esta vez, y para todo el resto del camino de los tiempos, Hashém disolvió la posibilidad de que tal intento prosperara, por vía de deshacer la unidad de lenguaje, la unidad "de palabra" de los hombres. "Confundamos sus lenguas", se propuso Hashém (Bereshít -Génesis- 11:7), "para que no comprendan uno la lengua del otro". Tal desconexión entre los hombres se hizo necesaria, merced a que el poder sobre los hombres estaba detentado por quienes respondían al paradigma de Jam, por gente perversa, a quien no importaba la verdad sino sólo la satisfacción de sus propios apetitos (toda coincidencia con nuestra realidad no es casual, cuando nos acercamos rápidamente al fin del ciclo be'ezrat Hashém). La diversificación de la palabra fue la manifestación final de la desconexión entre la realidad superior del Creador, y la realidad inferior de los hombres. Esa desconexión que el corazón nos llama apasionadamente a disolver, sobreponiéndonos a las culturas de trágica fantasía en cuyo seno vivimos para obtener acceso a la Verdad, para conectarnos a la fuente inefable de la vida, y hacernos Uno con Hashém: recuperar el carácter sagrado y arribar así a la finalidad trascendental, a la realización plena del potencial de nuestras vidas.
Cual expresa el profeta (Zejaríah -Zacarías- 14:9), y repetimos al final de nuestras tres plegarias cada día: Ese día, el de la completa Redención final que se aproxima, será "Hashém Ejád uShmó Ejád": el Creador será Uno (la evidencia de su unicidad será patente a ojos de todos), y Su Nombre será Uno: Su nombre y el de nosotros, el único nombre, la palabra del verbo absoluto, verá reunidas sus partes en una unión maravillosa y perfecta, que no dejará lugar ya a la angustia ni la duda. Ese día, cual Nóaj al desembarcar, habremos aprendido a no sentir nostalgia ni vértigo por lo que fue, sino la felicidad plena del mundo nuevo que hoy invocamos, y pedimos, y suplicamos a Hashém abra y haga nacer, en y desde nosotros, con el Mashíaj revelándose para quienes aman esperarle y convocarle cada día, que sea hoy el día Suyo que ya añoramos por nuestro, Amén.


Shabát Shalóm, y mis brajót para todos,
daniEl I. GinermanEditor



daniEl I. Ginerman