Monday, April 10, 2006
A Força da Razão
LA FUERZA DE LA RAZON, Un nuevo libro de Oriana Fallaci - publicado por Brendan Bernhard en LA Weekly, traducido por Jaime Lerner
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Saturday, 8 de April de 2006, 21:17
La Fuerza de la Razón
Un nuevo libro de Oriana Fallaci
Oriana Fallaci se pregunta si la inmigración musulmana a Europa es una conspiración. En The Force of Reason la polémica periodista y novelista pone de resalto y aclara uno de los principales enigmas de nuestro tiempo: ¿Cómo en apenas menos de tres décadas ha pasado Europa a ser el hogar de unos veinte millones de musulmanes?
¿Cómo ha pasado el Islam, de ser un virtual componente sin importancia a ser la religión que amenaza la preeminencia del Cristianismo en Europa? ¿Cómo puede ser cierto que en Bruselas el nombre más popular para un bebé sea posiblemente Mohamed? ¿Puede ser cierto realmente que los musulmanes piensen construir en Londres una mezquita con capacidad para 40.000 personas? ¿Será cierto que dentro de poco ciudades holandesas como Ámsterdam y Rotterdam tendrán mayorías musulmanas? ¿Cómo ha sido posible que Europa, que fue salvada por los Estados Unidos en la primera y la segunda guerras mundiales, y cuyos musulmanes bosnios fueron rescatados por los Estados Unidos hace pocos años, en 1999, se haya trasformado en un lugar en el cual, según lo refiere Fallaci, "si yo odio a los norteamericanos voy al paraíso, y si odio a los musulmanes voy al infierno".
Al procurar respuestas para estos interrogantes, la autora --que está enferma de cáncer y ha sido acosada con amenazas de muerte y cargos de "islamofobia" (el próximo mes de junio debe sujetarse a juicio en Francia)-- ha combinado la historia con episodios fascinantes de reportajes en fuente directa, y lo ha hecho en una forma que su libro se deja leer como una novela escalofriante sobre una conspiración de la vida real.
Si se llegaran a vender numerosos ejemplares de The Force of Reason, lo que ciertamente habrá de ocurrir (solamente en Italia se han vendido 800.000 ejemplares, y el libro se halla entre los 100 más vendidos en Amazon), ello se deberá no solo al apasionamiento que despierta el tema, sino también a que Fallaci se dirige al lector común. No hay nadie a quien Fallaci desprecie más que a los intelectuales "chicharras", como ella los llama: "Uno los ve todos los días en televisión, uno los lee todos los días en los periódicos", son los que niegan que están en medio de una guerra cultural, política y existencial con el Islam, en la cual el terrorismo es el componente más deslumbrante, pero a fin de cuentas es el de menor importancia. Aun así, para facilitarle al lector una apreciación de lo que podría ser la conquista musulmana, en el primer capítulo Fallaci nos depara un breve recorrido por los episodios imperiales más sangrientos de esa religión, y luego acomete la regocijante tarea de desmitificar algunas de las más exageradas pretensiones de grandezas culturales y científicas del Islam.
El libro también está animado por la consternación que siente una periodista de talla mundial ante la posibilidad de que hubiese podido pasar por alto la "historia" de toda su vida profesional. En las décadas de los años 60 y los 70, cuando era corresponsal en la guerra de Vietnam y asimismo una brava entrevistadora que se enfrentaba mano a mano con personajes como Henry Kissinger y Yasser Arafat, Fallaci estaba demasiado preocupada con los sucesos del momento como para advertir que rápidamente cobraba forma una narrativa del todo diferente – vale decir, la transformación del Occidente. Había evidencias, sin duda alguna. Tal como cuando en 1972 Fallaci entrevistó al terrorista palestino George Habash, quien le dijo –en tanto un guardaespaldas la apuntaba a la cabeza con una ametralladora—que el problema palestino iba mucho más allá de Israel. La finalidad de los árabes –declaró Habash-- era hacer la guerra "contra Europa y América" y asegurarse de que de allí en más "no habría paz para el Occidente". Los árabes –le informó Habash—avanzarían "paso a paso. Milímetro a milímetro. Año tras año. Década tras década. Acometedores, intransigentes, pacientes. Esta es nuestra estrategia. Una estrategia que difundiremos a todo el planeta".
Fallaci pensó que Habash simplemente se refería al terrorismo. Solo más adelante se dio cuenta de que él "también había implicado la guerra cultural, la guerra demográfica, la guerra religiosa que se lleva a cabo mediante el hurto de un país a sus ciudadanos… En breve, la guerra hecha mediante la inmigración, la fertilidad, el presunto pluriculturalismo." Se trata de una guerra de bajo nivel, pero de una guerra mortífera que se extiende a través de todo el planeta, como puede comprobarlo cualquier lector de periódicos.
Fallaci no es la primera persona que ha reflexionado sobre la rapidez de la presente transformación musulmana de Europa. Como escribió el escritor viajero Jonathan Raban en Arabia: A Journey Through the Labyrinth(1979), a mediados de la década de los años 70 los árabes parecían arribar a Londres de la noche a la mañana. "Un día los árabes eran un pueblo remoto… que acampaba en tiendas, con camellos…y al día siguiente eran nuestros vecinos." En las calles del West London aparecían mujeres vestidas de negro y ataviadas con picudas máscaras que " las asemejaban a halcones encapuchados". Vestidos para el desierto (y caminando con precisión cuatro pasos delante de las mujeres), los varones árabes iban como montando en ancas por las aceras "como cuadrillas de figurantes escapados de una película, con las largas fajas de sus turbantes arremolinadas por los vientos de extinguidas humaredas."
Escritores mucho más familiarizados que Rabán con el mundo musulmán han quedado igualmente perplejos. Paul Bowles, el difunto novelista norteamericano que residió durante mucho tiempo en Tánger, me refirió en 1995 que no podía entender por qué razón los franceses habían permitido que millones de musulmanes norafricanos ingresaran a Francia. Bowles había elegido vivir la mayor parte de su vida entre musulmanes; sin embargo, consideraba como altamente improbable que tantos inmigrantes de ese origen pudieran integrarse exitosamente en un país europeo moderno y laico.
Acaso Bowles se hubiese interesado en los siguientes párrafos del libro de Fallaci: "En 1974 [el presidente de Argelia] Houari Boumedienne, el hombre que deportó a Ben Bella tres años después de la independencia argelina, habló ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Y dijo, sin circunlocuciones: 'Un día millones de hombres dejarán el hemisferio sur de este planeta para irrumpir en el hemisferio norte. Pero no como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo, y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. La victoria vendrá a nosotros en las matrices de nuestras mujeres.' "
Parece increíble que semejante declaración de propósitos haya sido enunciada con tanto descaro, por el presidente de una nación, ante un foro internacional.. Incluso en el libro del periodista inglés Adam LeBor A Heart Turned West (1997), una obra de profunda y casi sumisa simpatía por la condición de los inmigrantes musulmanes en el Occidente, se cita a un mullah con sede en Londres diciendo, "No podemos conquistar a estas gentes con tanques y tropas, de modo que deberemos vencerlos por la fuerza de los números." En rigor de verdad, comentarios como ese son de lo más comunes. La semana pasada el mullah Krekar, un promotor de la supremacía musulmana, que vive en Oslo, informó al periódico noruego Aftenposten que los musulmanes cambiarían a Noruega, y que las cosas no serían de otro modo, o sea a la inversa. "Mirad solamente los acontecimientos dentro de Europa, donde el número de musulmanes aumenta como los mosquitos" manifestó el citado mullah. "Hacia el año 2050, el treinta por ciento de la población de Europa serán musulmanes."
En otras palabras, Europa será conquistada mediante su transformación en "Eurabia", que es lo que Fallaci cree que está en vías de ocurrir. Basándose en las investigaciones de Bat Ye´or, autora de Eurabia: The Euro-Arab Axis, Fallaci relata con fascinantes detalles el origen real de la palabra "Eurabia", que ya ha ingresado en el léxico popular. Resulta que el primer uso conocido data de mediados de la década de los años 70, cuando un periódico con ese nombre fue impreso (naturellement) en París, y editado por un tal Lucien Bitterlin, entonces presidente de la Asociación Franco-Arábiga de Solidaridad y en la actualidad presidente de la Asociación de Amistad Franco-Siria. El periódico Eurabia (precio: 5 francos) fue publicado conjuntamente por Middle East Internacional (Londres), France-Pays Arabes (París), el Groupe d´Etudes sur le Moyen Orient (Ginebra, Suiza), y el European Coordinating Commitee of the Associations for Friendship with the Arab World, al que Fallaci lo describe como una sección de la entonces Comunidad Económica Europea, hoy la Unión Europea. Esas entidades, lo expresa Fallaci con todas las letras, fueron los perpetradores "de la mayor conspiración que haya creado la historia moderna" y Eurabia fue su órgano oficial.
En resumidas cuentas, el presunto complot fue una componenda entre gobiernos europeos y gobiernos árabes, a resultas de la cual los europeos, que aún se recuperaban de los primeros actos de terrorismo de la OLP y estaban ansiosos por recibir el precioso petróleo árabe, que se había tornado aún más precioso por la crisis de la OPEP de 1973, acordaron aceptar el manpower, o sea el elemento humano [es decir, los inmigrantes] que llegarían junto con el petróleo. Los europeos también acordaron esparcir propaganda sobre las glorias de la civilización islámica, proveer de armas a los estados árabes, ponerse de su lado contra Israel y, en general, apoyar los lineamientos árabes en todos los asuntos políticos y culturales. Cientos de reuniones y seminarios se llevaron a cabo como parte del "Diálogo Euro-Árabe", y de acuerdo a la autora, todos se hicieron notar por la aquiescencia europea a las exigencias árabes. Fallaci narra un seminario de 1977 en Venecia, al que asistieron delegados de diez naciones árabes y de ocho naciones europeas, que concluyó con una resolución unánime que exhortaba a "la difusión del idioma arábigo" y afirmaba "la superioridad de la cultura Árabe".
En tanto los árabes exigieron que los europeos respetasen los derechos religiosos, políticos y humanos de los árabes en el Occidente, los europeos ni siquiera chistaron acerca de la ausencia de libertad en el mundo árabe, y no hicieron mención al vitando tratamiento que en países como Arabia Saudita se otorga a las mujeres y otras minorías. No se formuló ninguna exigencia de que los árabes debiesen estudiar acerca de las glorias de la civilización occidental en tanto los europeos debían estudiar acerca de la grandeza de la civilización islámica. En otras palabras, de acuerdo a Fallaci se trató de la claudicación de componentes sustanciales de la independencia cultural y política de Europa, que fueron vendidos por una coalición de políticos socialistas y excomunistas. ¿Estamos sorprendidos? Fallaci no lo está. Ella refiere que en 1979 "la izquierda italiana, o mejor dicho la izquierda europea, se había enamorado de Jomeini así como ahora se ha enamorado de Bin Laden, de Saddam Hussein y de Arafat.".
The Force of Reasones bastante menos inclemente que su anterior libro sobre el tema del Islam radical, el volcánicamente airado The Rage and the Pride. The Force of the Reason es una obra desesperada, pero más de una vez resulta sorprendentemente divertida. ("La furia y el orgullo se casaron y trajeron al mundo un hijo robusto: el desdén", anota la autora con su característica chispa.) Y siendo Fallaci de lo que no hay, en ocasiones se pasa de la raya y sin duda resulta hondamente ofensiva para muchos, en particular cuando en un apéndice, sin el cual el libro hubiese quedado mucho mejor, afirma que no hay tal cosa como un Islam moderado. Sin embargo, la voz, la calidez y el humor de la autora iluminan sus páginas, en especial cuando remedando al Herzog, de Saul Bellow, comienza a disparar apasionadas misivas a los famosos, tanto a los vivos como a los muertos. Fallaci es brutal para con la izquierda, para con los "movimientos por la Paz" –"si bien lamentable, la guerra es una condición fundamental de la vida", afirma— es brutal para con la Iglesia Católica, para con los medios y, por supuesto, para con el mismo Islam, al cual lo considera como el totalitarismo teológico y como la amenaza mortal para el mundo. Fallaci es mucho más optimista con respecto a América que con respecto a Europa, y cita el coraje con el que los neoyorquinos celebraron las vísperas del año nuevo en Times Square, no obstante las muy publicitadas amenazas terroristas. Pero aquí uno advierte que la autora está dando manotazos de ahogado. Aunque Fallaci vive ahora en Nueva York, poca amistad le han brindado sus colegas desde la publicación de The Rage and the Pride con posterioridad al 9/11, y ella sigue siendo allí poco menos que una paria mediática, tal como lo es en Europa. La gran diferencia estriba en que en Nueva York no la sujetan a juicio.
Como le manifestó el mullah noruego al periódico Aftenposten, "nuestro modo de pensar… demostrará ser más potente que el vuestro." Es de esperar que esté equivocado. Pero si lo está, serán los americanos y los europeos del común quienes lo demuestren, incluyendo a valientes árabes-norteamericanas como Wafa Sultan, residente en Los Ángeles, y a la política holandesa Ayaan Hirsi Ali, nacida en Somalia (dos mujeres que abiertamente han desafiado al supremacismo islamista). Quienes demuestren lo equivocado que está el mullah noruego no habrán de ser nuestras clases intelectuales (artistas, expertos, cineastas, actores, escritores…) Muchos de estos últimos, consumidos por el odio a Bush y por la auto aversión cultural, se hallan peligrosamente cercanos a convertirse en el equivalente actual de Knut Hamsun, el gran novelista noruego, quien odiaba tanto al Imperio Británico, que para su imperecedera vergüenza terminó por alinearse con los nazis en la II Guerra Mundial.
The Force of Reason es, al menos, un antídoto necesario y bienvenido para la atmósfera intelectual prevaleciente.
de EduPlanet Rectorate (daniEl I. Ginerman) - Saturday, 8 de April de 2006, 21:17
La Fuerza de la Razón
Un nuevo libro de Oriana Fallaci
Oriana Fallaci se pregunta si la inmigración musulmana a Europa es una conspiración. En The Force of Reason la polémica periodista y novelista pone de resalto y aclara uno de los principales enigmas de nuestro tiempo: ¿Cómo en apenas menos de tres décadas ha pasado Europa a ser el hogar de unos veinte millones de musulmanes?
¿Cómo ha pasado el Islam, de ser un virtual componente sin importancia a ser la religión que amenaza la preeminencia del Cristianismo en Europa? ¿Cómo puede ser cierto que en Bruselas el nombre más popular para un bebé sea posiblemente Mohamed? ¿Puede ser cierto realmente que los musulmanes piensen construir en Londres una mezquita con capacidad para 40.000 personas? ¿Será cierto que dentro de poco ciudades holandesas como Ámsterdam y Rotterdam tendrán mayorías musulmanas? ¿Cómo ha sido posible que Europa, que fue salvada por los Estados Unidos en la primera y la segunda guerras mundiales, y cuyos musulmanes bosnios fueron rescatados por los Estados Unidos hace pocos años, en 1999, se haya trasformado en un lugar en el cual, según lo refiere Fallaci, "si yo odio a los norteamericanos voy al paraíso, y si odio a los musulmanes voy al infierno".
Al procurar respuestas para estos interrogantes, la autora --que está enferma de cáncer y ha sido acosada con amenazas de muerte y cargos de "islamofobia" (el próximo mes de junio debe sujetarse a juicio en Francia)-- ha combinado la historia con episodios fascinantes de reportajes en fuente directa, y lo ha hecho en una forma que su libro se deja leer como una novela escalofriante sobre una conspiración de la vida real.
Si se llegaran a vender numerosos ejemplares de The Force of Reason, lo que ciertamente habrá de ocurrir (solamente en Italia se han vendido 800.000 ejemplares, y el libro se halla entre los 100 más vendidos en Amazon), ello se deberá no solo al apasionamiento que despierta el tema, sino también a que Fallaci se dirige al lector común. No hay nadie a quien Fallaci desprecie más que a los intelectuales "chicharras", como ella los llama: "Uno los ve todos los días en televisión, uno los lee todos los días en los periódicos", son los que niegan que están en medio de una guerra cultural, política y existencial con el Islam, en la cual el terrorismo es el componente más deslumbrante, pero a fin de cuentas es el de menor importancia. Aun así, para facilitarle al lector una apreciación de lo que podría ser la conquista musulmana, en el primer capítulo Fallaci nos depara un breve recorrido por los episodios imperiales más sangrientos de esa religión, y luego acomete la regocijante tarea de desmitificar algunas de las más exageradas pretensiones de grandezas culturales y científicas del Islam.
El libro también está animado por la consternación que siente una periodista de talla mundial ante la posibilidad de que hubiese podido pasar por alto la "historia" de toda su vida profesional. En las décadas de los años 60 y los 70, cuando era corresponsal en la guerra de Vietnam y asimismo una brava entrevistadora que se enfrentaba mano a mano con personajes como Henry Kissinger y Yasser Arafat, Fallaci estaba demasiado preocupada con los sucesos del momento como para advertir que rápidamente cobraba forma una narrativa del todo diferente – vale decir, la transformación del Occidente. Había evidencias, sin duda alguna. Tal como cuando en 1972 Fallaci entrevistó al terrorista palestino George Habash, quien le dijo –en tanto un guardaespaldas la apuntaba a la cabeza con una ametralladora—que el problema palestino iba mucho más allá de Israel. La finalidad de los árabes –declaró Habash-- era hacer la guerra "contra Europa y América" y asegurarse de que de allí en más "no habría paz para el Occidente". Los árabes –le informó Habash—avanzarían "paso a paso. Milímetro a milímetro. Año tras año. Década tras década. Acometedores, intransigentes, pacientes. Esta es nuestra estrategia. Una estrategia que difundiremos a todo el planeta".
Fallaci pensó que Habash simplemente se refería al terrorismo. Solo más adelante se dio cuenta de que él "también había implicado la guerra cultural, la guerra demográfica, la guerra religiosa que se lleva a cabo mediante el hurto de un país a sus ciudadanos… En breve, la guerra hecha mediante la inmigración, la fertilidad, el presunto pluriculturalismo." Se trata de una guerra de bajo nivel, pero de una guerra mortífera que se extiende a través de todo el planeta, como puede comprobarlo cualquier lector de periódicos.
Fallaci no es la primera persona que ha reflexionado sobre la rapidez de la presente transformación musulmana de Europa. Como escribió el escritor viajero Jonathan Raban en Arabia: A Journey Through the Labyrinth(1979), a mediados de la década de los años 70 los árabes parecían arribar a Londres de la noche a la mañana. "Un día los árabes eran un pueblo remoto… que acampaba en tiendas, con camellos…y al día siguiente eran nuestros vecinos." En las calles del West London aparecían mujeres vestidas de negro y ataviadas con picudas máscaras que " las asemejaban a halcones encapuchados". Vestidos para el desierto (y caminando con precisión cuatro pasos delante de las mujeres), los varones árabes iban como montando en ancas por las aceras "como cuadrillas de figurantes escapados de una película, con las largas fajas de sus turbantes arremolinadas por los vientos de extinguidas humaredas."
Escritores mucho más familiarizados que Rabán con el mundo musulmán han quedado igualmente perplejos. Paul Bowles, el difunto novelista norteamericano que residió durante mucho tiempo en Tánger, me refirió en 1995 que no podía entender por qué razón los franceses habían permitido que millones de musulmanes norafricanos ingresaran a Francia. Bowles había elegido vivir la mayor parte de su vida entre musulmanes; sin embargo, consideraba como altamente improbable que tantos inmigrantes de ese origen pudieran integrarse exitosamente en un país europeo moderno y laico.
Acaso Bowles se hubiese interesado en los siguientes párrafos del libro de Fallaci: "En 1974 [el presidente de Argelia] Houari Boumedienne, el hombre que deportó a Ben Bella tres años después de la independencia argelina, habló ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Y dijo, sin circunlocuciones: 'Un día millones de hombres dejarán el hemisferio sur de este planeta para irrumpir en el hemisferio norte. Pero no como amigos. Porque irrumpirán para conquistarlo, y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. La victoria vendrá a nosotros en las matrices de nuestras mujeres.' "
Parece increíble que semejante declaración de propósitos haya sido enunciada con tanto descaro, por el presidente de una nación, ante un foro internacional.. Incluso en el libro del periodista inglés Adam LeBor A Heart Turned West (1997), una obra de profunda y casi sumisa simpatía por la condición de los inmigrantes musulmanes en el Occidente, se cita a un mullah con sede en Londres diciendo, "No podemos conquistar a estas gentes con tanques y tropas, de modo que deberemos vencerlos por la fuerza de los números." En rigor de verdad, comentarios como ese son de lo más comunes. La semana pasada el mullah Krekar, un promotor de la supremacía musulmana, que vive en Oslo, informó al periódico noruego Aftenposten que los musulmanes cambiarían a Noruega, y que las cosas no serían de otro modo, o sea a la inversa. "Mirad solamente los acontecimientos dentro de Europa, donde el número de musulmanes aumenta como los mosquitos" manifestó el citado mullah. "Hacia el año 2050, el treinta por ciento de la población de Europa serán musulmanes."
En otras palabras, Europa será conquistada mediante su transformación en "Eurabia", que es lo que Fallaci cree que está en vías de ocurrir. Basándose en las investigaciones de Bat Ye´or, autora de Eurabia: The Euro-Arab Axis, Fallaci relata con fascinantes detalles el origen real de la palabra "Eurabia", que ya ha ingresado en el léxico popular. Resulta que el primer uso conocido data de mediados de la década de los años 70, cuando un periódico con ese nombre fue impreso (naturellement) en París, y editado por un tal Lucien Bitterlin, entonces presidente de la Asociación Franco-Arábiga de Solidaridad y en la actualidad presidente de la Asociación de Amistad Franco-Siria. El periódico Eurabia (precio: 5 francos) fue publicado conjuntamente por Middle East Internacional (Londres), France-Pays Arabes (París), el Groupe d´Etudes sur le Moyen Orient (Ginebra, Suiza), y el European Coordinating Commitee of the Associations for Friendship with the Arab World, al que Fallaci lo describe como una sección de la entonces Comunidad Económica Europea, hoy la Unión Europea. Esas entidades, lo expresa Fallaci con todas las letras, fueron los perpetradores "de la mayor conspiración que haya creado la historia moderna" y Eurabia fue su órgano oficial.
En resumidas cuentas, el presunto complot fue una componenda entre gobiernos europeos y gobiernos árabes, a resultas de la cual los europeos, que aún se recuperaban de los primeros actos de terrorismo de la OLP y estaban ansiosos por recibir el precioso petróleo árabe, que se había tornado aún más precioso por la crisis de la OPEP de 1973, acordaron aceptar el manpower, o sea el elemento humano [es decir, los inmigrantes] que llegarían junto con el petróleo. Los europeos también acordaron esparcir propaganda sobre las glorias de la civilización islámica, proveer de armas a los estados árabes, ponerse de su lado contra Israel y, en general, apoyar los lineamientos árabes en todos los asuntos políticos y culturales. Cientos de reuniones y seminarios se llevaron a cabo como parte del "Diálogo Euro-Árabe", y de acuerdo a la autora, todos se hicieron notar por la aquiescencia europea a las exigencias árabes. Fallaci narra un seminario de 1977 en Venecia, al que asistieron delegados de diez naciones árabes y de ocho naciones europeas, que concluyó con una resolución unánime que exhortaba a "la difusión del idioma arábigo" y afirmaba "la superioridad de la cultura Árabe".
En tanto los árabes exigieron que los europeos respetasen los derechos religiosos, políticos y humanos de los árabes en el Occidente, los europeos ni siquiera chistaron acerca de la ausencia de libertad en el mundo árabe, y no hicieron mención al vitando tratamiento que en países como Arabia Saudita se otorga a las mujeres y otras minorías. No se formuló ninguna exigencia de que los árabes debiesen estudiar acerca de las glorias de la civilización occidental en tanto los europeos debían estudiar acerca de la grandeza de la civilización islámica. En otras palabras, de acuerdo a Fallaci se trató de la claudicación de componentes sustanciales de la independencia cultural y política de Europa, que fueron vendidos por una coalición de políticos socialistas y excomunistas. ¿Estamos sorprendidos? Fallaci no lo está. Ella refiere que en 1979 "la izquierda italiana, o mejor dicho la izquierda europea, se había enamorado de Jomeini así como ahora se ha enamorado de Bin Laden, de Saddam Hussein y de Arafat.".
The Force of Reasones bastante menos inclemente que su anterior libro sobre el tema del Islam radical, el volcánicamente airado The Rage and the Pride. The Force of the Reason es una obra desesperada, pero más de una vez resulta sorprendentemente divertida. ("La furia y el orgullo se casaron y trajeron al mundo un hijo robusto: el desdén", anota la autora con su característica chispa.) Y siendo Fallaci de lo que no hay, en ocasiones se pasa de la raya y sin duda resulta hondamente ofensiva para muchos, en particular cuando en un apéndice, sin el cual el libro hubiese quedado mucho mejor, afirma que no hay tal cosa como un Islam moderado. Sin embargo, la voz, la calidez y el humor de la autora iluminan sus páginas, en especial cuando remedando al Herzog, de Saul Bellow, comienza a disparar apasionadas misivas a los famosos, tanto a los vivos como a los muertos. Fallaci es brutal para con la izquierda, para con los "movimientos por la Paz" –"si bien lamentable, la guerra es una condición fundamental de la vida", afirma— es brutal para con la Iglesia Católica, para con los medios y, por supuesto, para con el mismo Islam, al cual lo considera como el totalitarismo teológico y como la amenaza mortal para el mundo. Fallaci es mucho más optimista con respecto a América que con respecto a Europa, y cita el coraje con el que los neoyorquinos celebraron las vísperas del año nuevo en Times Square, no obstante las muy publicitadas amenazas terroristas. Pero aquí uno advierte que la autora está dando manotazos de ahogado. Aunque Fallaci vive ahora en Nueva York, poca amistad le han brindado sus colegas desde la publicación de The Rage and the Pride con posterioridad al 9/11, y ella sigue siendo allí poco menos que una paria mediática, tal como lo es en Europa. La gran diferencia estriba en que en Nueva York no la sujetan a juicio.
Como le manifestó el mullah noruego al periódico Aftenposten, "nuestro modo de pensar… demostrará ser más potente que el vuestro." Es de esperar que esté equivocado. Pero si lo está, serán los americanos y los europeos del común quienes lo demuestren, incluyendo a valientes árabes-norteamericanas como Wafa Sultan, residente en Los Ángeles, y a la política holandesa Ayaan Hirsi Ali, nacida en Somalia (dos mujeres que abiertamente han desafiado al supremacismo islamista). Quienes demuestren lo equivocado que está el mullah noruego no habrán de ser nuestras clases intelectuales (artistas, expertos, cineastas, actores, escritores…) Muchos de estos últimos, consumidos por el odio a Bush y por la auto aversión cultural, se hallan peligrosamente cercanos a convertirse en el equivalente actual de Knut Hamsun, el gran novelista noruego, quien odiaba tanto al Imperio Británico, que para su imperecedera vergüenza terminó por alinearse con los nazis en la II Guerra Mundial.
The Force of Reason es, al menos, un antídoto necesario y bienvenido para la atmósfera intelectual prevaleciente.